Después de 24 años, Brasil puede volver a destituir un Presidente. En 1992, el Fernando Collor salió del gobierno tras sufrir un proceso de “impeachment” o “acusación” por corrupción.

En efecto, en una jornada histórica para la democracia –en un nivel que no se alcanza en muchas otras naciones-, la Cámara de Diputados votó ayer a favor de la apertura del “impeachment” de Dilma Rousseff, que deberá ser refrendado por el Senado en las próximas semanas para que la presidenta deje su cargo al vicepresidente Michel Temer.

El “impeachment” sumó 367 a favor, 25 más de los necesarios, 137 en contra, además de siete abstenciones y dos ausencias a la sesión.

Cuando el diputado Bruno Araújo, del PSDB, dio el voto 342 que confirmaba la victoria del proceso de destitución en la Cámara, los diputados a favor del proceso estallaron en un grito de alegría, así como miles de espectadores que vieron la votación en las pantallas instaladas en la Avenida Paulista, en Sao Paulo, o en Copacabana, Río de Janeiro, así como en otros puntos del país.

La sesión arrancó con tumulto, gritos y contó hasta con empujones entre diputados. Prosiguió con discursos cargados de emoción, de retórica y de ideología más que de argumentos jurídicos sobre las maniobras fiscales mediante las que Rousseff maquilló las cuentas de 2014 y 2015 con el atraso de préstamos a bancos públicos, que es el motivo del juicio político a la mandataria.

Centenares de diputados aseguraron votar en nombre de su familia, de su estado, de su gremio de trabajadores y muchos tampoco dudaron en citar a Dios o mezclar temas políticos que nada tenían que ver con el proceso en sí. “Ciao, querida”, lanzaron muchos opositores a Rousseff en tono jocoso.

Se concrete o no su cese en el Senado, el nombre de Rousseff quedará manchado para siempre por haber sido objeto de este proceso que ya derribó al presidente Fernando Collor de Mello hace 24 años.

(Vanguardia)