Por: María del Mar Boeta

“Es muy triste una tumba descuidada”.

“Me gusta ir cada dos semanas a visitar a mi papá. Comprarle flores, limpiar un poco y platicar unos minutitos con él, siento que aún está conmigo”, indica doña Angélica. Su padre descansa en el Cementerio General desde hace 8 años.

Normalmente asiste los domingos, pero en esta ocasión prefirió hacerlo entre semana porque coincide con el Día del Padre y pasará la fecha con su esposo. “Mi mamá está enferma y ya no puede venir pero yo vengo por las dos. Sin falta”, cuenta.

cementerio_mid2No hay reglas para lidiar con la muerte de un ser querido. Tanatólogos indican que el duelo es un proceso personal y único y hasta que nos sentimos capaces de recordar con alegría a la persona ya podemos decidir cómo afrontarlo.

En las cosmovisiones judías y cristianas, la presencia en el cementerio se relaciona con la manera de dedicar nuestra memoria a la persona fallecida. Quizá durante un tiempo, si el deceso es reciente, las visitas pueden ser seguidas y se vayan espaciando conforme se asume la ausencia, limitándose a fechas especiales, según “Etno-semiótica del rito: Discurso funerario y prácticas funerarias en cementerios urbanos”, de José Enrique Finol y Karelys Fernández.

cementerio_mid3Los autores señalan que “el velorio es un acto de solidaridad, y por ende de comunicación, con la familia; la visita al cementerio es un acto de comunicación con el muerto”. Basándonos en sus investigaciones, las visitas satisfacen el deseo de “ir a ver a un ser querido”, del mismo modo que si estuviera vivo, y para “vencer la incomunicación y la soledad más allá de la muerte”.

Entrevistamos a varias personas para conocer si sus opiniones coinciden con los estudios, y al menos tres indicaron que se limitan a los cumpleaños;  se ponen de acuerdo con familiares y acuden al camposanto o cripta. “También vamos a principio de año cuando pagamos el mantenimiento”, comparte Marissa.

cementerio_mid5Preguntamos a doña María, responsable de un puesto de flores en el Cementerio General, si entre semana hay gran número de visitantes. “Nada. Los fines de semana hay un poco más de gente pero no se compara al Día de la Madre, Hanal Pixán o Día del Padre”, comparte.

Sin embargo, otras personas dicen que no van a cementerios ni criptas excepto si se requiere algún pago. “¿Para qué voy? No significa que no recuerde a mi mamá, al contrario, la extraño todos los días. Ir al cementerio significa revivir momentos tristes y no tiene caso, sólo voy para temas de mantenimiento y es una o dos veces al año. No soy creyente, así que no rezo u organizo misas, creo que no es necesario porque la tengo presente”, explica Irving.

En lo que lo mayoría coincide es que la visita significa querer estar cerca de la persona que ya no está todos los días junto a nosotros y que eso no puede ser negativo.

Museos al aire libre

cementerio_mid4Los cementerios ya forman parte de los recorridos culturales de muchas ciudades y desde esta perspectiva sí son continuamente visitados. El Ayuntamiento de Mérida organiza “Recorridos por el Cementerio” los miércoles y convocan a nutrida afluencia local y de otros estados y países.

Varios de los entrevistados manifestaron interés en recorrer los camposantos bajo interés cultural porque son un reflejo del pasado de una sociedad y despierta la curiosidad el conocer el último remanso de alguna figura pública. El cementerio judío de Praga, el estadounidense de Normandía, el Pére Lachaise de París y el Highgate de Londres, entre otros, forman parte del acervo cultural de la humanidad.

El lugar lógico para encontrar una voz de otros tiempos es un cementerio de otros tiempos.

H.P Lovecraf