Por Ernesto Arévalo Galindo

“Estamos viviendo un momento histórico en que el hombre científica e intelectualmente es un gigante, pero moralmente es un pigmeo”.
Mario Moreno “Cantinflas”, actor y comediante mexicano.

Cozumel, Quintana Roo.- Para la mayor parte de la población, el Partido Revolucionario Institucional (PRI) no debe ganar la Presidencia de la República en 2018 y no precisamente por sus principios plasmados en sus estatutos, sino por el actuar de la clase política encabezada por Enrique Peña Nieto, quien pasará a la historia como el Presidente que “institucionalizó” la corrupción y la impunidad a su máxima expresión, partiendo de la “nueva clase política” que presumió en las personas de los exgobernadores Javier Duarte de Ochoa, Roberto Borge Angulo y César Duarte Jáquez.

De norte a sur y de oeste a poniente, los mexicanos estamos agobiados por la crisis política que permea en los tres niveles de gobierno; lo anterior a pesar de la actuación de la iniciativa privada y de las organizaciones de la sociedad civil, en cuanto a su exigencia diaria de la restauración del Estado de Derecho para evitar un estallido social que es lo único que falta en este país de extremas desigualdades.

A menos de un año de la jornada electoral que nos permitirá elegir a un nuevo Presidente de la República, la tendencia social apunta hacia la izquierda representada por Andrés Manuel López Obrador, quien por tercera vez hará acto de presencia en el escenario político para tratar de sentarse en la principal silla del Palacio Nacional y ser el nuevo inquilino de Los Pinos entre otros deseos, por supuesto, a nombre del pueblo.

El 23 de julio, Grupo Reforma publicó – en la sección Análisis, Gobierno y Política – un trabajo basado en una encuesta realizado por la periodista Lorena Becerra, evidenciando claramente que el Movimiento Regeneración Nacional (Morena) ya logró posesionarse como la primera fuerza política en el ámbito nacional, incluyendo a su líder (con una tendencia del 28 por ciento), superando al Partido Acción Nacional (PAN) por cinco puntos (con una tendencia del 23 por ciento) y al PRI por 11 puntos porcentuales (con una tendencia del 17 por ciento).

Hasta la fecha, Andrés Manuel López Obrador es el único aspirante que ya tiene asegurada su participación electoral por la Presidencia de la República a nombre de Morena; mientras que el PAN aún está en proceso de elaboración para sacar el producto final, mismo que está muy complicado porque los ingredientes parecen no ser los más adecuados para el convencimiento de los consumidores electorales.

Por su parte, el Revolucionario Institucional podrá tener hombres y mujeres capaces de sacar adelante a México, pero el 80 por ciento de los mexicanos (de acuerdo con la misma encuesta del Grupo Reforma) manifestaron que la institución partidista tricolor ya no debe seguir gobernando el país. Prácticamente, el “voto de castigo” está asegurado por millones de ciudadanos vejados, robados y violentados.

El panorama político-electoral es muy complicado en el presente y empeorará en el futuro inmediato como consecuencia a los nulos avances democráticos ejemplificados con las múltiples irregularidades en las recientes elecciones del Estado de México y de Coahuila, a la carencia de credibilidad de los árbitros electorales del Instituto Nacional Electoral (INE), a la influencia que pueda tener la delincuencia organizada desde los mismos cimientos de la Presidencia de la República, a los “espectáculos mediáticos” de los procesos contra Javier Duarte y Roberto Borge en la supuesta intención de la aplicación de justicia y a los propios actores políticos.

Preocupante, también, la ventaja de la izquierda en México, porque en Latinoamérica ha sido evidenciada no como una ideología, sino como un negocio en donde el oportunista disfruta de una vida fácil a expensas de la miseria y el sufrimiento de todo un pueblo. ¿Qué pasó con Luis Ignacio Lula da Silva, a nombre del Partido de los Trabajadores, en Brasil? ¿Qué está pasando con Nicolás Maduro, a nombre de la Revolución Bolivariana, en Venezuela?

Son muchos otros los ejemplos de “todo régimen autoritario” que “busca proyectar su presumida gestión mediante encarecidas alusiones dirigidas a asentir una imagen de buen gobierno”, como lo definiera el periodista y analista político Antonio José Monagas.

A México le urge una transformación empezando por la clase política, ya que la paciencia está agotándose. La frustración social puede transformarse en estallido social ante las pandemias de la corrupción y la impunidad, pues los gobernantes han cometido actos de latrocinio con los recursos públicos y el patrimonio de la nación. ¿La izquierda es la solución?

Hay políticos científica e intelectualmente gigantes.

Pero moralmente pigmeos.

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(Foto tomada de internet)