Dos mil 100 millones de usuarios al mes. Un valor de 500.000 millones de dólares. 25 mil empleados. Y una sacudida histórica. El escándalo de la fuga de datos privados con fines electorales ha puesto a Facebook contra las cuerdas. En una semana, la compañía ha sufrido caídas bursátiles por valor de 50 mil millones de dólares y ha visto cómo a ambos lados del Atlántico se levantaba una gigantesca ola de descontento institucional y social. Una crisis de confianza, la más profunda de su historia,q ue tras seis días de intensa polémica el fundador de la empresa, Mark Zuckerberg, reconoció en un post y anunció medidas para evitar que vuelva a darse: “Cometimos errores y hay que hacer más cosas. Hubo una brecha entre Facebook y la gente que comparte los datos y espera que la protejamos. Lo tenemos que arreglar”.

La gran red social del siglo XXI vive días agitados. La dudas sobre su celo y su capacidad a la hora de proteger la intimidad de los usuarios se multiplican. Washington, Bruselas, Londres y Berlín han exigido explicaciones oficiales y la propia canciller alemana, Ángela Merkel, pidió ayer públicamente que se devuelva la “soberanía de los datos al ciudadano”.

La presión ha hecho mella en el gigante de Menlo Park (California). Su cotización en Wall Street, que llegó a registrar pérdidas acumuladas de hasta el 12% y ayer vivió un pequeño repunte, ha atravesado uno de sus peores momentos. Pero el vendaval va mucho más allá de su valor bursátil.

En un año, Facebook se ha visto inmerso en dos escándalos explosivos. El primero llegó de la mano de la injerencia rusa en las elecciones presidenciales de 2016. La campaña de intoxicación masiva diseñada por el Kremlin buscaba, según los servicios de inteligencia estadounidenses, dividir a la opinión pública y favorecer la elección de Donald Trump. Para ello, los agentes rusos pusieron en circulación todo tipo de bulos. Y Facebook fue su principal autopista. A través de la empresa fundada por Zuckerberg la propaganda alcanzó a 126 millones de personas, casi un 40% de la población estadounidense.

El segundo estallido surgió el fin de semana pasado. Una investigación de The New York Times y The Observer reveló el presunto saqueo de los datos privados de 50 millones de usuarios de Facebook y su uso con fines electorales por la compañía Cambridge Analytica, vinculada a la extrema derecha estadounidense y contratada por el equipo de campaña de Trump.

En el origen del escándalo se halla un investigador de la Universidad de Cambridge, el psicólogo ruso-americano Alexander Kogan. Autorizado por Facebook, Kogan desarrolló como académico un estudio psicológico entre usuarios y registró con una aplicación su actividad. Aunque solo 270.000 personas le dieron permiso, él obtuvo perfiles brutos de 50 millones de usuarios. Esa masa de datos pasó a Cambridge Analytica y supuestamente fue el combustible que le sirvió a la compañía para desarrollar perfiles de votantes y dirigirles publicidad electoral. Kogan ha declarado que se considera un chivo expiatorio, y Cambridge Analytica niega haber utilizado esa información en la campaña presidencial.

A seis días de que saliera a luz el caso, las respuestas de Facebook han sido parcas. La empresa considera que Cambridge Analytica les mintió y que el académico no tenía derecho a transferir los datos a un tercero. También ha enviado a emisarios a dar explicaciones al Congreso y se espera que Zuckerberg haga una declaración pública. Lo que no ha aclarado aún es por qué, si conoció la fuga hace tres años, no suspendió a Cambridge Analytica hasta el viernes pasado. Tampoco ha avisado aún a los usuarios afectados (15% de la población de EEUU) ni ha dado explicación detallada del tipo de información saqueada.

Todas estas dudas alimentan las críticas. En las redes sociales ha tomado fuerza un movimiento de denuncia bajo el lema #DeleteFacebook (#EliminaFacebook) que ha contado con el apoyo del fundador de Whatsapp, Brian Acton, cuya compañía compró Zuckerberg en 2014 por 19.000 millones. Y en el frente judicial, diferentes usuarios han presentado demandas colectivas y las fiscalías de Nueva York y Massachusetts han decidido operar juntas e investigar si hubo fallos en la custodia de datos. Como primer paso ya han solicitado por carta a Facebook que les facilite los registros de sus comunicaciones con Cambridge Analytica. “Los consumidores tienen derecho a saber cómo se usa su información, y compañías como Facebook corren con la responsabilidad de protegerla”, afirmó el fiscal general de Nueva York, Eric Schneiderman.

A estas diligencias, se suma la investigación abierta por la Comisión Federal de Comercio. Encargada de velar por los consumidores, esta institución también se ha dirigido a la empresa para determinar si se violó la intimidad de los ciudadanos.

Esta presión ha reverberado en el Capitolio. “Es hora de que Zuckerberg testifique ante el Congreso. El pueblo americano se merece una explicación”, afirmó el senador demócrata Mark Warner. “La posibilidades de que Facebook no haya sido transparente con los consumidores o que no haya sido capaz de verificar el uso de datos por terceros representan un grave problema”, señaló el senador republicano John Tunne.