Podría pensarse que cuanto más grande es un animal, mayor es el número de células que contiene, con lo que, en principio, mayor es también la probabilidad de que algunas se conviertan en cancerosas. Sin embargo, esta correlación positiva no se cumple en la naturaleza, según lo que se conoce como ‘paradoja de Peto’.

Investigando entra las causas de muerte de distintas especies, el epidemiólogo británico Richard Peto descubrió en 1975 que la frecuencia de los casos de cáncer disminuía cuanto mayor era el tamaño del animal. Dicho de otra forma, a mayor número de células, menor riesgo de padecer esta enfermedad.

Ahora un equipo científico de la Universidad de Chicago y la Universidad de Utah han tratado de demostrar empíricamente esta teoría indagando en los genes del elefante , un animal que tiene cien veces más células que los humanos, cuenta con una esperanza de vida de unos 70 años y rara vez fallece a causa de un cáncer.

Según su investigación, publicada recientemente en la revista Cell, estos animales cuentan con unos genes especiales que reparan el daño celular y eliminan las células mutadas antes de que puedan desarrollar un tumor.

En concreto, los científicos partían de la acción de un gen supresor tumoral llamado p53, encargado de detectar y reparar las células dañadas, del que los elefantes tienen 20 copias, mientras que los humanos únicamente contamos con una.

(natgeo.com)