Mérida, Yucatán.- Año Viejo, el monigote que representa el período de 12 meses que termina, y que es quemado y destruido con petardos y cohetones al filo de la medianoche, la del 31 de diciembre, representa una de las costumbres y tradiciones de mayor arraigo en Yucatán.

Los “viejos” están hechos de diversos tamaños y materiales, pueden ser de tela, cartón, papel y engrudo, relleno de algodón, papel periódico, hule espuma y aserrín, pero lo esencial es que representan la senectud, el pasado, lo desechable del año que está por terminar.

“Quemar un viejo significa dejar todo lo malo del año que está terminando”, comparte don Manuel Duarte, fabricante en la popular calle de los mariachis de la colonia Bojórquez, donde tiene mucha demanda en estas fechas.

Dice que en diciembre elaboró junto con su familia cerca de 100 viejos o personajes como el hombre araña viejo o cabezas de viejo para ser utilizadas como piñatas.

Todos los monigotes y piñatas se vendieron, lo que habla de la fuerte costumbre que tenemos yucatecos de quemar viejos la noche del 31 de diciembre, afirmó el comerciante.

La señora Rosa Polanco, de la colonia Mulsay, refiere que desde hace 12 años se dedica a la confección de “viejos”, algunos elegantes y otros vestidos de mestizos, labor que realiza por la demanda que tiene cada año y que ayuda al sostenimiento de su familia.

Se espera que en diversos rumbos de Mérida, sobre todo en suburbios populares del sur, oriente y poniente, así como en prácticamente todos los municipios, la quema y destrucción con petardos y “palomas” de los viejos, una añeja costumbre asociada al uso de productos de pólvora.

La gran demanda reportada por los vendedores de “bombitas” este día está relacionada con la quema de viejos esta medianoche.

Esto nada tiene que ver con la “Quema de los Judas”, peculiar en Sábado de Gloria de la Semana Santa en otras entidades del país como el Estado de México, Ciudad de México, Puebla y Morelos, que celebran el Domingo de Resurrección.

Igualmente, la quema de viejos se distingue de los monigotes con dedicatoria a determinados personajes que se incineran en protestas políticas, mismas que se realizan en cualquier época del año y sin los elementos rituales del 31 de diciembre.

Las familias ya sea por superstición o costumbre suele también utilizar prendas íntimas para tener un mejor año nuevo: el rojo para recibir más amor y afecto, y el amarillo supuestamente para obtener más dinero.

De igual manera, hay familias que suelen, después de las 12 campanadas de la medianoche, brindar con su sidra y comer las uvas para luego barrer parte de la casa y sacar el polvo a la calle como una manera de alejar las malas influencias y los chismes del hogar.

Otra costumbre muy arraigada es salir con maletas a la calle después de la medianoche, ya que eso permitirá –según la creencia popular– tener un año de muchos viajes para conocer otros lugares ya sea en el país o en el extranjero.

Cuenta el cronista fray Diego Durán que en la fiesta de Año Nuevo durante la época de la Colonia la gente salía a los campos y a los huertos para tocar con sus manos las hierbas, las flores y los frutos renacidos.

Los más devotos formaban algunos ramos y los llevaban a sus templos, tradición de nuestros antepasados con la que expresaba su amor y comunión con la naturaleza.

(Jesus Mejía)