Por Jesús Mejía

Mérida, Yucatán.- Pese a la irrupción de la modernidad y el alejamiento de las nuevas generaciones a las costumbres de sus padres y abuelos, la tradición de la Candelaria pervive entre la solemnidad de las evocaciones del Niño Dios y el consumo de los tamales.

No como en otros años, cuando estaba atestada de gente, la parroquia de la Virgen que lleva el nombre –ubicada en el cruce de las calles 64 por 67 del Centro Histórico de la Ciudad de Mérida– fue concurrida este domingo por familias con sus niños de alabastro, barro o yeso en canastillas o en brazos.

Ante la venerada imagen colocada en el traspatio de la iglesia, decenas de familias con sus Niños Dios, candelas o velas y ramos de ruda pidieron protección y apoyo para resolver sus problemas o necesidades.

De tamaños muy diversos, los Niños Dios, con sus espléndidos ropones o prendas amorosamente tejidas, saltaron a la vista para ser bendecidos por el párroco.

En sinnúmero de templos de la Iglesia Católica de todo el país se dio esta tradición que se resiste a morir, dado que forma parte de la cultura e idiosincrasia que enriquece la identidad de los mexicanos.

La costumbre extendida de proveer tamales es signo característico de este día. Por doquier, en la misma iglesia de la Candelaria, en restaurantes y en las casas de las propias familias compartieron el tradicional alimento.

El consumo de los tamales está ligado a la Rosca de Reyes, ya que los agraciados con un muñequito –la representación del niño Jesús– tuvieron la obligación moral o compromiso de compartirlo entre los suyos.

En su homilía hoy, el arzobispo de Yucatán Gustavo Rodríguez Vega resaltó la fiesta de la “Presentación del Señor”, popularmente conocida hoy como la fiesta de “La Candelaria”.

Explicó que al llevar los fieles sus velas o candelas encendidas en el templo, manifiestan un signo del Niño Dios nacido cuarenta días antes.

Él es nuestra luz, pues al tomarlo en brazos el anciano Simeón lo proclamó como la “Luz que alumbra a las naciones”, indicó.

(LectorMx)