Por Adela Mac Swiney González.

Madrid, España.- Metros de míticas pancartas de la Organización No Gubernamental Greenpeace, que cubrieron en su día fachadas de importantes edificios, visten hoy a personal de residencias de mayores de la Comunidad de Madrid para ayudarles a protegerse del coronavirus Covid-19.

Tienen ese característico amarillo y negro de los mensajes de la organización medioambiental, una vestimenta inédita en el sector, pero que en tiempos de la pandemia, toda creatividad y toda ayuda vale.

Pese a que Greenpeace es una organización ecologista, puso en marcha esta iniciativa humanitaria para aportar su granito de arena a la dramática y urgente crisis que está viviendo el mundo y en gran medida España.

Otras acciones que está realizando Greenpeace son llamadas a personas mayores para hacer un acompañamiento telefónico, la cesión de una impresora 3D para que se realicen pantallas protectoras y la donación, a colectivos vulnerables, de todo el material de seguridad con el que contaba, como mantas térmicas, mascarillas, guantes y gafas.

La directora de Movilización de Greenpeace, Eva Saldaña, afirmó que “en nuestro trabajo de defensa del medio ambiente y la paz siempre está en el centro el ‘cuidado de la vida’ y este ha sido el hilo que nos ha guiado a tejer colaboraciones desde la humildad, pero también desde la responsabilidad social”.

La organización habilitó hace ya más de tres semanas su almacén para realizar patrones y cortar y confeccionar cientos de batas protectoras y aportar material a la impagable labor que la ONG Médicos sin Fronteras está realizando en las residencias de mayores de la Comunidad de Madrid.

Otras se están distribuyendo a la organización local Mascarillas Solidarias, que está incansablemente produciendo y donando material de protección para el Covid también a las residencias.

Para realizar las batas se está dando una nueva vida a pancartas llenas de recuerdos que históricamente han usado en sus acciones y que guardan desde hace décadas.

Son de tela de ripstop, que es resistente, impermeable y permite así producir material reusable con tan solo limpiarlo con agua y jabón.

Decenas de voluntarios y voluntarias van turnándose para que las tres máquinas de costura industriales que hay en la nave de Greenpeace no dejen de sonar.

Otros recogen tela cortada allí y se la llevan a su casa para “teleayudar” y confeccionarlas con sus propias máquinas y así hasta llegar a las 350 batas que ya se han realizado y repartido y las que quedan, ya que la intención de todas las personas que se han unido a la iniciativa es seguir colaborando mientras sea necesario.

Saldaña puntualizó que “comenzamos a explorar cuáles eran nuestros recursos y potencialidades para responder con las siguientes premisas: poder contribuir allí donde hubiera mayor vulnerabilidad y fuera realmente útil y colaborar con colectivos con objetivos claros y modus operandi seguros”.

“Con ello hemos pretendido sembrar algunas semillas de solidaridad. Son pequeñas contribuciones, pero lo importante es que suman y seguiremos haciéndolo”, recalcó.

Greenpeace ha reubicado al equipo de captación en la calle hacia un programa de acompañamiento telefónico a los socios y socias más vulnerables de esta pandemia, con el objetivo de crear sinergias, estrechar lazos, atender necesidades, compartir sensaciones en el confinamiento y construir una comunidad más fuerte para conseguir una salida justa a esta crisis.

Respecto a lo que se tiene por delante y lo que nos espera en el futuro, la directora de Movilización de Greenpeace consideró que “2019 fue el año del despertar climático, y quizás 2020 nos traiga la oportunidad de despertar en una nueva normalidad”.

“La historia ya nos lo ha mostrado con otras pandemias, un mundo mucho mejor puede florecer tras ellas. Ahora estamos viviendo una dura crisis, pero podemos escribir un nuevo capítulo de la historia diferente, sigamos plantando semillas para conseguir una ciudadanía en acción que cree un mundo seguro, justo y ecológico para todas”, concluyó.