Por: Carlo Marí

Villahermosa, Tabasco.- Han pasado cinco días en las lluvias dieron tregua, son días soleados, pero la creciente en la región de Los Ríos no cesa de aumentar, y ahora le tocó a la población del municipio de Balancán ser la más sorprendida por el desbordamiento del río Usumacinta.

“¿Esto es histórico? Claro que sí, puesto que son los primeros embates del cambio climático que ya se dejan ver y medir. Se trata de un río vivo, no represado, muy dinámico, pero también con menor capacidad de regulación en sus cuerpos de agua y afluentes, por tanto azolvamiento, como resultado de la deforestación”, advierte Gilberto Pozo Montuy, director de la organización Conservación de la Biodiversidad del Usumacinta.

Y es que la creciente actual del Usumacinta supera prácticamente a la fuerza de desfogue de cualquier presa, con los 8 mil 35 metros cúbicos, por segundo según un reporte de la Comisión Nacional del Agua. La presa de Peñitas, en el momento más difícil de las inundaciones del 2007, desfogó 2 mil metros cúbicos por segundo, para evitar su fractura, y en noviembre del 2020, entre mil 350 y 1800, y sólo por unas horas 2 mil 200.

Con esa fuerza, desde la noche del miércoles, el agua del Usumacinta en cuestión de horas irrumpió cientos de viviendas con un tirante de más de medio metro, como sucedió en poblado Netzahualcóyotl, donde 38 familias fueron evacuadas por brigadas de la Marina y de la policía municipal.

Y así, como los habitantes de Netzahualcóyotl, los de otras 40 comunidades de Balancán padecieron también de la creciente del Usumacinta, al grado que al menos otros 8 mil damnificados se sumaron a los que ya había la semana pasada o bien, se volvieron a inundar.

“Tenemos una afectación tremenda en el campo, es algo que nos rebasa totalmente, pues traemos toda la infraestructura carretera destrozada. Tenemos 15 albergues, con 291 personas, y en suma, 15 mil 495 afectadas. Las comunidades más críticas son la que está en la orilla del río, son alrededor de 36 colonias o comunidades”, lamenta el alcalde Saúl Plancarte.

Así, Balancán, por lo pronto, es el municipio más impactado en la región de Los Ríos, y en el siguiente orden, le siguen los de Jonuta, Emiliano Zapata y Tenosique. Es la ruta de la creciente del Usumacinta, que arrastra las agua desde Guatemala, como si se trataran las aguas del deshiele de Los Andes que desembocan en la cuenca del río Amazonas, en Brasil.

Plancarte lamenta que tan sólo en Balancán hay 8 mil hectáreas de pastizales siniestradas, como cultivos del programa Sembrando Vida, entre ellos de maíz y calabaza. “Son 8 mil 35 metros cúbicos por segundo que trae el Usumacinta, según nos reporta Conagua”, argumenta.

Para este alcalde es importante saber el nivel del Usumacinta, con el máximo en Tenosique, y el tiempo en que tarda en llegar esa avenida de agua. Eso le permite planear acciones para la protección de la población, como lo que el llama “momentos de respiro”.

“No había antecedentes de esto, de acuerdo con lo que informa Conagua, y Protección Civil, vamos a tener 36 horas de incremento del río, para después empezar a descender lentamente. Ayer (miércoles) hubo sol y hoy también estuvo muy soleado, por lo que esperamos que los próximos días nos den un respiro para que el río descienda”, expresa con optimismo.

Todavía el martes de la semana pasada, cuando el frente frío número 13 llevaba más de cinco días azotando con lluvias el territorio tabasqueño, el alcalde Saúl Plancarte estaba ya preocupado de que la creciente, que empezaba a desatarse en algunas comunidades aledañas empeorara por las torrenciales precipitaciones registradas en Guatemala, donde nace el Usumacinta. Y desde entonces, también afirmaba que por lo menos habían pasado 12 años desde la última creciente.

“Nos predicen lluvias de 150 hasta los 250 milímetros en la parte de Guatemala, que es lo que nos afecta por la corriente que baja del río Usumacinta, y en el San Pedro, donde podríamos tener más problemas”, advirtió al personal de Protección Civil.

Desde entonces, Plancarte Torres expresó su preocupación a la brigadas de la Coordinación Nacional de Protección Civil por el posible ascenso del Usumacinta en los próximos días, situación que complicaría más la emergencia, porque, anticipó mucho más gente abandonaría sus casas en búsqueda de albergues.

“Hacía 12 años que no teníamos una creciente tan grande, porque la gente vive con la cultura del agua, pero no es lo mismo que crezca 40 o 50 centímetros el nivel del río a llegue a crecer metro y medio, que ya es cuando se pide ayuda y es para esto lo que nos estamos preparando”, alertó.

Ese martes 16, Plancarte reportó con todavía 6 mil 519 personas afectadas por las inundaciones.

Y si bien el huracán “Iota” que impactó en Centroamérica no arrojó más lluvias torrenciales y dio una tregua de tres días la semana pasada, en el norte de Chiapas y del lado de Guatemala no dejó de llover torrencialmente.

La creciente en la región de Los Ríos fue el mal presagio que se cumplió no por pronóstico del tiempo, sino de la crecida del río, a partir de lo que llueve, incluso, a cientos de kilómetros.

Se trata ahora de un capítulo diferente a las inundaciones registradas a inicio de noviembre en Tabasco, en el que las lluvias de una zona del norte de Chiapas ocasionaron el desbordamiento de los ríos Pichucalco, Oxolotán y de La Sierra, inundando localidades y colonias de los alrededores de Villahermosa, y por otra parte, la creciente del Tulijá y Puxcatán que anegaron al municipio de Macuspana.

Otro frente de inundaciones, aún latente, es el de La Chontalpa, donde por el desfogue de la presa Peñitas, hay una veintena de comunidades inundadas en los municipios de Cunduacán, Jalpa de Méndez y Nacajuca.

Cuando el propio presidente Andrés López Obrador realizó su segunda visita por las inundaciones, hace diez días, alertó del riesgo latente del Usumacinta en la región de Los Ríos, donde no hay regulación de presa alguna del lado del territorio mexicano.

Cuando le preguntaron en la conferencia de prensa del pasado martes, admitió de la avenida de agua que ingresaba a la región es, precisamente, porque “el río más grande de México, no tiene ningún control, no hay ninguna presa”.

“Entonces, todo esto es porque llovió muchísimo en Centroamérica, también ahí los daños fueron, son mayores y muy graves en los países centroamericanos, y toda esa agua que cayó en Guatemala, pues baja por el Usumacinta y por el Grijalva, son los dos ríos pues más grandes de México, todo baja a la planicie y es a Tabasco”, explicó.

Gilberto Pozo Montuy, director de la organización Conservación de la Biodiversidad del Usumacinta, añade que no sólo se trata del factor de la cantidad de lluvia en Centroamérica, y en particular Guatemala, sino también el del deterioro ambiental ocasionado por las actividades agroforestales a este río.

“El río Usumacinta es un sistema vivo (no represado), típicamente tiene fluctuaciones en sus niveles de inundación que nos está advirtiendo que es muy dinámico, creando sus meandros, bancos e islas, sobre todo nutriendo y creando el suelo de su llanura de inundación.

“Lo que hoy sufre la población humana es reflejo de décadas de deterioro en su cuenca por deforestación intensa, al cambiar la selva a cultivos y de éstos a pastizales para la ganadería, como de la modernidad del sistema agroindustrial, al incursionar productores con monocultivos, como la palma de aceite”, explica.

Esta deforestación, añade Pozo Montuy, ha causado el asolvamiento y la pérdida de capacidad regulatoria de numerosos cuerpos de agua, con niveles de inundación que hoy vemos, pero que son similares a los de la gran inundación hace 11 años, en la región de Los Ríos.

“La pérdida de la capacidad regulatoria es porque los ríos y lagunas están llenos de sedimentos que fueron depositados por medio del arrastre, ante la pérdida de cobertura vegetal, y por eso, ahora el agua llegó a casas y terrenos que antes no llegaba”, insiste.

A juicio del conservacionista, más que dragar los ríos, la solución debe estar basada en la restauración de zonas degradadas en las riberas, protección de áreas selváticas dentro de la cuenca, manejo forestal sustentable, así como un sistema de monitoreo comunitario del comportamiento de “nuestra gran ladera del Usumacinta, al que llamamos ‘Mono Sagrado’”.

(piedepagina.mx)