Por: Bernardo Caamal Itzá

Conceptos que muestra la riqueza de la cosmovisión de un pueblo que generó alimentos en los suelos “no tan aptos para la agricultura”

Peto, Yucatán.- ¿Cuál es el papel de los agrónomos? Sobre todo si consideramos que el mundo es cada vez más globalizado, en donde cada día, la población  aumenta, a la par sus demandas en cuanto a los alimentos y otros servicios básicos que les permita vivir, y sin que afecte el sano equilibrio del sijnalil o ecosistema de sus lugares de origen.

Señalar lo anterior, significa que como seres humanos necesitamos buscar las alternativas reales y viables que nos permita contar con tales servicios, pero sin que afecte los servicios que nos provee el sijnalil.

Pero ¿Estamos conscientes de esa realidad que vivimos todos los días? O somos apáticos a conocer o reconocer el impacto negativo que tienen el hecho de no participar activamente en el cuidado de los vitales servicios que nos provee el k lúum (la tierra o territorio) donde vivimos.

Aunque ante el modelo de vida que actualmente tenemos, en realidad tiempo nos hace falta para reflexionar del papel de los che’ob (árboles) yéetel lek k-lu’um en la generación de los alimentos, oxígeno, agua o el simple hecho de absorber el dióxido de carbono para evitar el calentamiento global.

Aunque todos los días escuchamos o nos enteramos de los resultados de investigación de destacados científicos que nos relatan el papel del che’ob con la alimentación o como paliar los efectos del cambio climático, y en donde en cada momento nos recomiendan, es de interés activar nuestro papel que tenemos como baalche’ob (animales) conscientes para preservar para que continúen reproduciendo los vitales servicios del sijnalil.

El hecho de que en el idioma maya, nos resalten como baalche’ y en el caso de éste último concepto señalado, para entenderlo, hay que considerar de primera instancia esa raíz conceptual, baal, misma que nos habla de que estamos “envueltos de algo” y mientras que che’ nos remarca nuevamente esa estrecha relación que tenemos cada uno de nosotros con los árboles, y de esta forma se reafirma que tanto el che’ y como baalche, estamos ligados del uno al otro.

Entonces, esa íntima relación que tenemos con el baalche’ nos aclara que como seres humanos no debemos ser insensibles con el sijnalil que nos rodea, porque a medida que nos alejamos, de inicio, perdemos ese vínculo que nos ata, y eso al final, terminamos pagando esa factura por nuestros actos, el cual se visibiliza en enfermedades, malas cosechas, y un entorno poco favorable para nuestra reproducción en el territorio donde nos tocó vivir.

Ja’ (agua), íik (aire), k’áak (fuego) y lu’um (tierra) son los elementos que al combinarse generan los alimentos, y cuando éstos no son considerados o mal usados, éstos se traducen en malos servicios y en contra nuestra, y es cuando sus resultados se observan, como malas cosechas debido a plagas y enfermedades debido al cambio temperatura; inundación o sequías, o en su caso el deterioro de los suelos fértiles, y sin obviar que la grave contaminación del suelo, del aire y de las aguas, mismas que afectan la calidad de nuestras vidas.

Hoy al conmemorarse el día del agrónomo, y como ayer fue el día internacional de las lenguas nativas, ante ambas conmemoraciones, hacen que sea el marco propicio para reflexionar de acuerdo a la mirada de nuestros pueblos originarios, a su vez, tengamos claro que es necesario que todos participemos desde nuestra trinchera, como la generación de alimentos, a su vez preocuparnos por el entorno ambiental y de esa forma minimizar la contaminación o el deterioro de nuestros recursos naturales.