El ecosistema del cenote “Xlacah” de la zona arqueológica de Dzibilchaltún se encuentra amenazado, lo que ha puesto en alerta a las autoridades responsables de ese sitio que es considerado un tesoro ecológico de la Península.

Este cuerpo de agua es uno de los mayores atractivos de la zona, que sigue resguardando materiales arqueológicos invaluables como testimonio de un milenio de historia.

Es un cuerpo de agua vivo, con especies de flora y fauna que conviven en armonía y generan un estado de conservación que se mantuvo inalterable durante muchos años en este corazón simbólico de la antigua urbe maya.

Dos factores ponen en riesgo la sustentabilidad del yacimiento: el exceso de bañistas y especies de peces ajenas al ecosistema, que están ocasionando un deterioro en las condiciones de vida.

Adicionalmente se suma el excesivo crecimiento del lirio acuático, que altera el nivel Ph del agua y la vuelve ácida y con menos oxígeno.

“Si no hacemos algo ahora, podría acabar muerto el cenote en el futuro”, consideró el director de la zona arqueológica, Ilan Vit Suzan.

Por lo pronto hoy se realizaron algunas labores que más adelante podrían intensificarse para ayudar a la restauración ecológica del cenote de Dzibilchaltún.

Tres instituciones federales y una estatal anunciaron hoy la conformación de una mesa de trabajo cuyos resultados determinarán las medidas que serán aplicadas para proteger este ecosistema antes que los daños sean irreversibles.

Las acciones son coordinadas por Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat), la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Conanp) y la Secretaría de Desarrollo Urbano y Medio Ambiente (Seduma) de Yucatán.

Para dimensionar los efectos que causan los visitantes al cenote, Vit Suzan mencionó que tan sólo de jueves a domingo ingresan a sus aguas alrededor de mil 200 personas.

Esto significa, abundó, que cada semana es sometido a un excesivo estrés y descarga de contaminantes en cremas, bronceadores y repelentes, por ejemplo.

Además algunos visitantes han liberado peces en las aguas del cenote, sin considerar que algunas especies son dañinas para este sistema de vida y se convierten en una amenaza.

“Hay personas que desean deshacerse de los animales que tienen en sus peceras de casa y les parece buena idea liberarlos en algún sistema natural como éste; sin embargo desconocen el daño que pueden ocasionar”, apuntó.

En el cenote “Xlacah” se han avistado peces plecostomus y cíclidos africanos, que desencadenan un desequilibrio al ecosistema. “Alguien los liberó en el cenote y se están reproduciendo”, de modo que parte de la actividad de hoy incluyó una “cacería” de estas especies.

El Plecostomus es una especie de bagre acorazado que desde 1995 es considerado en México como invasora, ya que se reproducen muy rápido, devora los huevecillos de las demás especies endémicas y se come a los crustáceos.

Este bagre es conocido como “chupavidrios” o “limpiavidrios” por los aficionados a los acuarios, y es muy popular entre ellos porque limpian las paredes de sus peceras, pero son muy destructivos en hábitats naturales.

Por su parte, los Cíclidos africanos son muy agresivos y nada compatibles con las demás especies endémicas de Yucatán. Los que se detectaron en Dzibilchaltún son del tipo “Cebra roja”, que son de un amarillo intenso o naranja.

El director de la zona arqueológica indicó que se hará una investigación y posterior análisis que “nos dará una base científica para determinar las estrategias de operación y el uso del cenote, tanto en lo cultural como en el tema ambiental”.

“Hemos observado que entran 100 personas por hora en un día, hablando de fin de semana, y esa cantidad es constante cuando llega un crucero a Progreso, que trae a Dzbilchaltún a alrededor de 300 personas en un día y la mayoría entra al agua”.

El INAH, la Semarnat, la Conanp y la Seduma buscarán equilibrar las necesidades de conservación del cenote con las costumbres de amplio sector de la población, que disfruta la inmersión en sus aguas templadas.

Con ello se tendrá que calcular la capacidad de carga tolerable para mantener este importante patrimonio cultural y natural, procurando su salvaguardia para futuras generaciones.

(Comunicado)