Por Ernesto Arévalo Galindo
“Necesitamos una nación donde la corrupción no sea una forma consentida de gobernar”.
Javier Díez Canseco, sociólogo, escritor y político peruano.
Hace 40 años, la solución a todos los problemas del país éramos todos los mexicanos. La corrupción y la impunidad, ya formaban parte de la idiosincrasia tanto del gobierno como de la sociedad. La mayoría de los ciudadanos, desde sus propias perspectivas, toleraban lo “chueco”; es decir, todo lo que estuviera fuera de la ley para continuar con una existencia sin la más mínima cultura del esfuerzo.
Eran los tiempos de “ponerse guapo”, en el sentido de ofrecer dinero o un regalo de muy buen precio para lograr asegurar un favor, acelerar un trámite, modificar una acusación penal o ganar un contrato con el gobierno. Por supuesto que “con dinero bailaba el perro”, porque toda “gratificación” superaba cualquier obstáculo de la burocracia y, por ende, no importaba que los políticos “robaran”, siempre y cuando “salpicaran”.
Hace 40 años, José López Portillo era el Presidente de México, cuyo lema de campaña “La solución somos todos” terminó por modificarse en la recta final de su sexenio como “La corrupción somos todos”, ya que acumuló el mayor número de denuncias por descomposición e impunidad en la historia, hasta ese momento. No omitir, la frivolidad y el nepotismo como “sellos” del mal gobierno.
“La renovación moral” de Miguel de la Madrid Hurtado no fue suficiente para afrontar un país en ruina, sin reservas, con inflación galopante, endeudado y con la industria petrolera a la baja. La “Solidaridad” de Carlos Salinas de Gortari desembocó en una inestabilidad política y económica, debido a los asesinatos de políticos, los secuestros a prominentes personajes y al estallido de conflictos bélicos en diversas regiones del país como Chiapas, porque el bien común fue un discurso.
El “Bienestar para la familia” de Ernesto Zedillo Ponce de León estuvo atado a un polvorín, con una economía que “toco fondo” al igual que la sociedad. Los efectos económicos, en un mundo que empezaba a ser globalizado, generaron aproximadamente 40 millones de pobres, aunque, según especialistas en la materia, con los cimientos económicos necesarios para empezar a estabilizar al país.
“El gobierno del cambio” de Vicente Fox Quesada fue una broma de muy mal gusto.
“El presidente del empleo”, o sea Felipe Calderón Hinojosa, omitió enfocarse a su compromiso de campaña y deterioró las libertades individuales y políticas, llegando a declarar la guerra al crimen organizado, cuando debió haber empezado por limpiar las instituciones para combatir con la moral en alto.
Ya transcurrieron cuatro décadas. Cuatro décadas de fracasos en la política pública. Cuatro décadas de institucionalización de la corrupción en los órdenes de gobierno. Cuatro décadas de oficialización de la impunidad en los Poderes del Estado. Cuatro décadas de decadencia moral en la sociedad. Cuatro décadas de crisis económicas. Cuatro décadas de hambre. Cuatro décadas de frivolidades. Cuatro décadas de brutalidades. Cuatro décadas en la vida nacional.
Año 2017. El Observatorio Nacional Ciudadano (ONC), cuyo director es Francisco Rivas, ha dado a conocer que México vivió el primer trimestre más violento del que se tenga registro en los últimos 20 años; lo anterior, demuestra que la actual estrategia de seguridad no ha mitigado los índices delictivos. Inclusive, entidades que no estaban en el radar e históricamente habían sido consideradas “Islas de Paz”, hoy están caracterizándose por un incremento en el índice de la violencia.
Cozumel está inscrita en la selecta lista de las “Islas de Paz”, porque hubo una vez la cultura de la amistad, de la convivencia pacífica sin distinción de raza, política o religión. ¡Sí! Hubo una vez una sociedad en armonía, pero el ideal ahora es una pesadilla; mientras que el gobierno, en lugar de cumplir con su responsabilidad, no reconoce la delicada situación y cierra toda visión al dialogo social, para actuar en consecuencia.
Así está nuestro maltrecho México.
Así estamos.
¡Infierno!
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