Mérida, Yucatán.- De la nada aparecen en las esquinas de calles y avenidas de esta ciudad con sus ropas andrajosas y sucias para limpiar parabrisas, hacer payasadas o malabares con tres pelotas, causar agradable impresión o lástima de automovilistas y transeúntes y así ganar unos pesos.
Eufemísticamente las autoridades del DIF estatal les llama “niños en situación de calle”, de los que no se tiene un registro contable dado que parte de ellos, explicaron, van con sus padres y luego retornan a sus casas y otros, los menos, no tienen hogar fijo.
Se les ve en las esquinas encima de un hermano o madre o padre y tiran las pelotas al aire o en otros casos simulan ser payasos con nariz de bola roja y glúteos pronunciados o bien limpian los parabrisas, estampas que antes eran sólo comunes en otras metrópolis del país pero ahora ya están en Mérida.
En el Día Mundial Contra el Trabajo Infantil, que conmemora la Organización Internacional del Trabajo (OIT), en Mérida también hay niños cuya inocencia es rota por esas jornadas de sol a sol a fin de contribuir a satisfacer las necesidades de su familia como el de tener algo que llevarse a la boca.
Es la informalidad sin nombre, ya que no se reconoce a dichos niños –por su edad- como población económicamente activa, pero generan actividad e ingresos para sus familias.
El Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) reconoció que ocho de cada 100 niños y niñas trabajan y que siete de cada 10 menores son varones. El problema, destaca la institución, el 37 por ciento de ellos, es decir, cuatro de cada 10 no asisten a la escuela.
Conforme a las estadísticas oficiales, 58.4 por ciento de los niños y niñas que trabajan en el país son subordinados o reciben un pago mientras que nueve de cada 10 se desempeñan en actividades no permitidas por la Ley Federal del Trabajo.
De las niñas y niños de cinco a 17 años en ocupación no permitida, cuatro de cada 10 (42.5 por ciento) no reciben ingresos y 28.8 por ciento perciben hasta un salario mínimo. En 2015, 5.7 de cada 100 niñas y niños de cinco a 17 años, realizan quehaceres domésticos en condiciones “no adecuadas”. ·
“El trabajo infantil perpetúa el círculo vicioso de la pobreza e impide que los niños adquieran las calificaciones y la educación necesarias para asegurarse un futuro mejor. Asimismo, las consecuencias de ese nocivo fenómeno van mucho más allá de la niñez: recaen también sobre la economía de un país pues éste pierde competitividad, productividad e ingresos potenciales”.
Lo anterior es parte de las consideraciones de la Convención sobre los Derechos del Niño, que exhorta en su Artículo 32 a proteger a las niñas y niños de ser víctimas de explotación económica y de desempeñar cualquier trabajo que pueda ocasionarles daño, entorpecer su educación, o que sea perjudicial para su salud y desarrollo.
(Jesús Mejía)