Por Ernesto Arévalo Galindo

Los políticos que están en pleno ejercicio de gobernar a México (Enrique Peña Nieto), de gobernar a Quintana Roo (Carlos Joaquín González) y de gobernar a Cozumel (Perla Tun Pech) deberían, si no lo han hecho, leer la obra literaria “El príncipe” de Nicolás Maquiavelo, mínimo para que tengan la debida orientación sobre las artes del buen gobernante y la política; sin omitir, las pautas para el buen comportamiento sobre el don de mando. Si tienen tiempo. Si sus obligaciones lo permiten. Si tienen el hábito de la lectura. ¿Por qué? Porque: ¡no son líderes!

Sus acciones y sus hechos, basados en sus juicios ante las diferentes problemáticas políticas-sociales-económicas, no se han caracterizado precisamente por su inteligencia, porque son tan simples como sus políticas públicas y las mentiras oficiales para engañar al pueblo, en donde desafortunadamente han encontrado suficiente material humano, al dejarse engañar.

¿Relacionarse y socializarse con los demás? ¡Jamás! La única relación y socialización que han desarrollado Enrique Peña Nieto, Carlos Joaquín González y Perla Tun Pech ha sido con sus grupos más cercanos, omitiendo saber conducirse con paso firme ante la adversidad. Si bien el engaño es detestable en otras actividades, en la política representa una manifestación de la guerra por el poder. No por el pueblo.

El “Gobierno del Cambio” es uno de los engaños más viscerales en la historia política de Quintana Roo, afectando a miles de quintanarroenses que perdieron principalmente su estabilidad laboral y la paz social. Esto último es un tema muy delicado, porque no hay que culpar de todo lo malo a la delincuencia organizada, sino también a los grupos políticos para desestabilizar la identidad social. Así un gobernante culpa a otro gobernante, como está sucediendo en la Isla Cozumel.

Si bien “el odio se gana tanto con las buenas acciones como con las malas”, como lo definió el propio Nicolás Maquiavelo, forma parte del plan de gobierno. Los gobernantes son perversos para conservar el poder, ya que tanto ellos como sus grupos están corrompidos. Estos últimos, en donde están los poderosos económicamente, deciden si es conveniente seguir siendo malos. ¡Obligatorio! Es decir, acceder a sus caprichos; por tal razón, las buenas acciones son enemigas.

¡Maquiavélico!

(Foto tomada de internet)