Por Ernesto Arévalo Galindo
¡Basta!
Transcurren los días y todo va de mal en peor. La inseguridad pública, no reconocida por el gobierno de Perla Tun Pech. La nula presencia de los servidores públicos, no reconocida por el gobierno de Perla Tun Pech. La poca y mala obra pública, no reconocida por el gobierno de Perla Tun Pech. Alcaldesa en horas matutinas-vespertinas. Candidata en horas vespertinas-nocturnas.
A lo anterior hay que agregarle la ordinariez en el proceder de la mujer inculta para responder a los cuestionamientos de la propia sociedad, incluyendo a la comunidad estadounidense. Todos, afectados por el nulo diálogo de la mujer intolerante para llegar a un punto de acuerdo y actuar en consecuencia. Para trabajar todos por la Isla de Cozumel. No por la “Patria Chica”.
Sin embargo, Perla Tun no es la única culpable. Lo somos todos: como sociedad. El gobernador Carlos Joaquín González, quien no tomó la decisión de imponer la presencia del Gobierno de Quintana Roo para responder a las expectativas de miles de cozumeleños, quienes también votaron por él. Por el sonado cambio de rumbo, que sucumbió ante la tiranía del ruido soez. ¡Vengativo!
La clase política de Cozumel. La que siempre ha visto por sus intereses, no por los de la colectividad. Nunca hubo un contrapeso hasta que llegaron los tiempos actuales de las campañas políticas para volver a pedir o comprar el voto de ciudadanos desgastados por sus crisis, enojados por la falta de justicia y engañados por las promesas incumplidas. ¿Por qué hoy? No ayer. ¿Por qué?
La clase empresarial. La misma que a través del Consejo Coordinador Empresarial (CCE)-Capítulo Cozumel, en viva voz de Juan Carlos Villanueva López en su etapa como presidente, afirmó que problemas como la inseguridad pública eran una cuestión de “percepción” ciudadana. Siempre, a nombre de los empresarios, defendió la política de Perla Tun. Tampoco hubo contrapeso. Nunca.
Los medios de comunicación, cuya mayoría ejerció el Periodismo de manera cínica, mercenaria y demagógica, transformando a Cozumel en una sociedad cínica, mercenaria y demagógica.
¡Degradante!