Mérida, Yucatán.- Poseedor de una trayectoria internacional que lo ha llevado a los escenarios más renombrados de la música, equiparado con Pablo Casals y Mstislav Rostropovich, el mexicano Carlos Prieto y su “Chelo Prieto”, como llama a su violoncello, tuvo destacada actuación con la Orquesta Sinfónica de Yucatán (OSY).

En el primero de los 10 programas de la XXX Temporada de recitales, la OSY y su titular Juan Carlos Lomónaco tuvieron un invitado de lujo, uno de los grandes exponentes del violoncello, además de escritor y ganador de múltiples reconocimientos.

En su presentación en el Teatro José Peón Contreras, Carlos Prieto mostró a sus 80 años de edad gran plenitud de facultades que evoca a grandes artistas de la música que longevos, cerca de los 90 años, dejaron su huella como los pianistas Arthur Rubinstein y Claudio Arrau o el propio cellista español Pablo Casals.

El solista alternó con la OSY en la interpretación de “Espejos en la arena” que el propio Carlos Prieto encargó en el año 2000 al compositor Arturo Márquez y desde entonces la ha interpretado con gran aceptación como parte de la difusión de la obra de autores mexicanos.

Carlos Prieto, dueño de finura y sencillez en su personalidad, con permanente sonrisa, desarrolló las partes solistas de la obra de casi 30 minutos con gran dominio de su instrumento. Dueño de una gran memoria y de la técnica, obtuvo de su Stradivarius sonidos que cautivaron al público.

Todo un diálogo entre el instrumento solista y la orquesta se dio en la presentación del concierto ante el público que llenó el teatro y coronó el esfuerzo, talento y musicalidad de Carlos Prieto con un prolongado aplauso pletórico de ovaciones.

Carlos Prieto obsequió a los presentes una obra evocadora de las variaciones de Johann Sebastian Bach del fallecido compositor mexicano Eugenio Toussaint, con lo que selló la comunión musical con el público yucateco.

La OSY desarrolló un primer programa con música de autores mexicanos en congruencia con el mes de la Patria, ya que incluyó Janitzio, del gran Silvestre Revueltas, y “Sones de Mariachi” , de Blas Galindo, una secuencia de sones jaliscienses, La Negra, El Zopilote y Los cuatro reales integrados para orquesta.

De Carlos Jiménez Mabarak, el compositor de la música oficial de las Olimpiadas de 1968, la orquesta bajo la batuta del maestro Lomónaco presentó una secuencia de ballet titulada Balada del Venado y la Luna.

Luego siguió la obra esperada: Huapango, de José Pablo Moncayo, con la que la OSY hizo lucir las secciones de cuerdas, metales, maderas y percusiones en las conocidas cadencias de sones veracruzanos que el autor abordó de manera magistral en su partitura.

La fascinante obra de Moncayo volvió a sonar y lejos de cansar, el público reaccionó al final con un júbilo desbordante, por lo que la composición, estrenada hace 77 años, ya es considerada el segundo himno nacional mexicano.

(Jesús Mejía)