Por Pedro Diego Tzuc

El presunto negociador de pactos con grupos delincuenciales, encubridor de pillaje electoral, corresponsable de violación a derechos humanos y autoritario discriminador, no puede ser referente de conducta en Yucatán.

A pesar de las campañas que desde las cúpulas del poder económico y político han sido patrocinadas para tratar de lavar la imagen del secretario de Seguridad Pública, Luis Felipe Saidén Ojeda, y mostrarlo como un “policía modelo”, su historial y actos vigentes se encargan de desmentirlas.

Hagamos memoria: Los expedientes del 2004 en Cancún –que lo involucraron en la ejecución de policías federales antidrogas–, su escandalosa intervención para ocultar el atropellamiento y muerte de dos jóvenes hermanos en diciembre de 2007, su negativa a someterse a las pruebas de control de confianza hasta el 2012 y las detenciones abusivas contra opositores al PRI en comicios locales, entre otros asuntos, le persiguen.

La presencia tolerada de bandas y traficantes de drogas en el estado, ayer y hoy, también deberían ser motivo serio para cuando menos una investigación. De esto existen testimonios de colegas que se han atrevido a publicar.

Es claro que los hombres del dinero “no muy bien habido” –a quienes verdaderamente sirve–, los beneficiarios de despojos de tierras y los proveedores de la corporación, aquellos que abastecen armamento, pertrechos, equipos de videovigilancia, combustibles,vehículos, uniformes y materiales, desplegaron profusa propaganda para mantenerlo en el cargo y seguir haciendo negocios.

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Si tan bueno es ese funcionario ¿por qué Enrique Peña Nieto no lo promovió para algún puesto estratégico durante su administración, en donde pudo haber ayudado a salvar el desastre de seguridad con que dejó el país? ¿Por qué otro gobierno priísta no lo ha “descubierto” y llevado para pacificar, por ejemplo, Guerrero o Coahuila?
Ese fue el caso de Renato Sales Heredia que, tras sus resultados en la Procuraduría de Campeche, encabezó la Comisión Nacional de Seguridad de 2015 a 2018.

Parte de los “promotores” de Saidén igual fueron “donadores” en la campaña del actual gobernador Mauricio Vila Dosal y cabildearon para que aquél fuera ratificado, y con ello se soslayara el abierto rechazo de amplio sector de militantes y liderazgos panistas yucatecos, así como de agrupaciones civiles y ciudadanos sin partido.

En lo personal, como otros compañeros incómodos al sistema del que Saidén es guardián, he sido sujeto a intimidación y discriminación de parte de su oficina, con o sin su autorización, desde mi desempeño como corresponsal del Grupo Reforma (2009-2016) y luego extendidas a mi participación presente en el sitio de noticias LECTORMX.

Además de daños a mi automóvil (cristales y espejos rotos, llantas cortadas, golpes misteriosos a la carrocería) he sido blanco de sus “monitoreos”, de jaqueo constante (en las gestiones de Ivonne Ortega Pacheco y Rolando Zapata Bello, sumaron siete), de amenazas de que estaría boletinado entre los policías y de llamadas telefónicas ofensivas dirigidas hacia mi esposa.

Soporté de todo por cumplir con mi responsabilidad y nunca hice público –hasta ahora– el acoso arbitrario. No lo puedo acusar directamente de los ataques materiales, sí a la gente que opera con la SSP.

Sin embargo, lo más grave e inadmisible es que siga violentando mi derecho a la información, que la coarte, como si la institución le perteneciera.

Desde 2009 (antes nunca lo solicité), la SSP de Saidén se ha negado siquiera a incorporarme a la lista de envíos de comunicados y materiales públicos que están a disposición de reporteros. Peticiones formales han sido despreciadas y desechadas.

Tengo 35 años en la actividad, pero para él no existo. Ello, mientras favorece a sus “comunicadores y periodistas a modo” con filtraciones, primicias y entregas exclusivas, utilizando a discreción recursos del erario.

En los dos meses y semana de la gestión de Vila Dosal continúa la negativa impune, sin visos de cambio.

Un amigo que conoce las entrañas de esa dependencia me lo advirtió: “Si te ficha, estás acabado, te cerrará las puertas. Todo ahí es una mafia”.

En el nuevo momento que viven Yucatán y México es necesario que se ventilen los comportamientos de los servidores públicos.

Yo valoro la tranquilidad que se respira en Yucatán y lo agradezco a la arraigada civilidad y protesta, que supera a nuestros grandes defectos sociales, sin dejar de lado a los miles de elementos que se esfuerzan en su noble labor.

Disiento de las evaluaciones que ensalzan a los mandos, pues sólo cumplen por lo que cobran y “mueven en dinero” en la SSP.

¿Que su desempeño contribuye al ambiente de paz? De acuerdo, aunque insisto en que no es factor central ni primordial.

Y, sí comandante, estoy listo para otra eventual embestida de vándalos, controlados desde la policía, o agresiones físicas, sólo espero que usted y sus cercanos no se metan con mi familia.

(Foto: SSP)