Mérida, Yucatán.- Pese a su conservadurismo, propio de salones de los grandes palacios imperiales y de un sector privilegiado de la sociedad de finales del siglo XIX y principios del XX, el vals ratificó su vigencia en tres conciertos presentados por la Orquesta Sinfónica de Yucatán (OSY).

Cuando irrumpió a mediados del siglo XIX, el vals fue criticado por la moral victoriana, ya que permitía a las parejas acercarse y tocarse, de ahí que sólo fue recomendado para las señoras casadas, no para las señoritas. Sin embargo, la sociedad decimonónica rompió estereotipos, lo aceptó y lo bailó.

A más de cien años del auge del vals, de tal forma que en México tuvo grandes exponentes como Juventino Rosas (El vals sobre las olas), Macedonio Alcalá (Dios nunca muere) y Enrique Mora Andrade (Alejandra), la OSY, con la batuta de Juan Carlos Lomónaco, retomó las famosas cadencias de tres cuartos.

La capital de Yucatán se sumó a la costumbre y tradición de las orquestas de diversos países de Europa como de América de presentar valses en conciertos para dar la bienvenida al Año Nuevo, en este caso, con obras del rey del género, Johann Strauss Jr., pasajes de operetas de Franz von Suppe y la alegoría de cabaret, el famoso Can Can que popularizara Jacques Offenbach.

La OSY abrió el primer programa de la temporada con la obertura de la opereta El murciélago y Voces de primavera, de los casi 400 valses creados por Strauss que lo coloca como el autor más prolífico del género que también inspiró a Schubert, Chopin, Sibelius y Tchaikovsky.

Escepticismo y recular aceptación provocó la OSY con la interpretación de Valses Nobles y Sentimentales del francés Maurice Ravel (1875-1937), un conjunto de obras de corte modernista, evidentemente influenciado por el impresionismo de su época.

En la segunda parte del programa, la orquesta interpretó la obertura Orfeo en el infierno, una opereta de Offenbach, que incluye el famoso Can Can representada con grupo de bailarinas en los teatros de Campos Elíseos y luego como estampa de cabarets de todo el mundo.

En la segunda parte, la OSY regaló del austríaco Franz von Suppé (1819-1895) la Caballería ligera, una evocación a los pasos marciales de los contingentes de caballería.

La parte culminante correspondió a El Danubio Azul, para muchos el más famoso vals de Johann Strauss Jr., pero para otros el más hermoso, aunque también lo ubican de manera paralela a los valses que escribió Tchaikovsky en sus ballets La Bella Durmiente, el Lago de los Cisnes y El Cascanueces.

El Danubio azul trascendió varias generaciones tras su estreno en 1866 en Viena y luego en la Exposición Universal de París el mismo año y su incursión en el Séptimo Arte no tardó, ya que en 1938 fue incluida en la película El Gran Vals dirigida por Julien Devivier.

También el vals recreó las imágenes de la inolvidable cinta que es joya de la cinematografía futurista Odisea 2001 en el Espacio de Stanley Kubrick.

El público, feliz, entregó su tributo con intensos aplausos a la orquesta y cuando ya abandonaba las butacas, Juan Carlos Lomónaco inició con la batuta la interpretación de la conocida Marcha Radetzky de Johann Strauss padre, obra singular en los conciertos de Año Nuevo.

Con aplausos en el ritmo marcado por el director de orquesta, los asistentes participaron con la orquesta en la interpretación del pegajoso compás hasta su culminación en medio de la euforia y ovaciones a los músicos.

El director informó previamente del deceso de uno de sus violoncellistas, José Antonio López, el pasado 30 de diciembre víctima de un padecimiento, por lo que ofreció los tres conciertos del primer programa de la temporada XXI de la OSY.

También la presidenta del patronato, Margarita Molina Zaldívar, tomó la palabra para resaltar los 15 años de actividades de la OSY, y agradeció el apoyo del gobierno del estado y del público, no sin antes invitarlos a participar con aportaciones voluntarias con el fin de continuar con el enriquecimiento de la vida musical de Yucatán.

(Jesús Mejía)