Mérida, Yucatán.- Con la interpretación del Concierto No. 5 para piano y orquesta denominado “Emperador” , de Beethoven, una de las cumbres del repertorio para ese instrumento, la Orquesta Sinfónica de Yucatán (OSY) correspondió y complació al público seguidor del compositor alemán.
Considerado un autor atractivo para los amantes de la música, lo mismo que Mozart, Vivaldi, Chopin, Tchaikovsky y Rachmaninoff, Beethoven mostró ser también tan popular como las estrellas del pop de hoy al llenar el público hasta el tope el Teatro José Peón Contreras.
No fue Marian Sobula, el pianista invitado para tocar la parte solista, ni fue el maestro Juan Carlos Lomónaco, el director de la OSY, los que llamaron la atención de los asistentes que agotaron las entradas, sino Beethoven y su obra postrer como pretérita, el Concierto No. 5 opus 64 para pianoforte.
A casi 250 años de su nacimiento y 192 de su desaparición física, Beethoven sigue tan campante en el gusto de las generaciones actuales y su obra forma parte del repertorio de cualquier solista, ya sea de violín, piano, cello, arpa y viola, como de una orquesta filarmónica o agrupación de ópera.
El pianista polaco Marian Sobula retornó con la OSY luego de su presentación en 2016 del Concierto No.1 para piano de Chopin y de nueva cuenta ganó la aceptación de la concurrencia por su fiel interpretación, la destreza técnica y el timbre diáfano de sus notas en el teclado.
El pianista y la OSY salieron airosos en el desarrollo de los tres movimientos en casi 40 minutos, tiempo en el que el público mantuvo el silencio, respetó la pausa y dejó que penetrara en su subconsciente esta obra de gran arquitectura musical.
Las ovaciones, el intenso aplauso no se hizo esperar con la obra beethoveniana, por lo que Marian Sobula obsequió un encore, un pasaje de una obra vanguardista que recibió la gratitud del público.
En la parte complementaria, la OSY presentó la cereza del pastel: la Sinfonía No. 5 de Tchaikovsky, más valorada incluso que la No. 6 “Patética” por su discurso musical grandilocuente y el final rimbombante y espectacular que recordó a su famosa Obertura 1812.
(Jesús Mejía)