Mérida, Yucatán.- Detrás de la disfrute del popular mucbil-pollo o de pibes yucatecos, de gran demanda en días de Hanal Pixán, se engarzan historias de mujeres que se esfuerzan y sacrifican familia y horas de sueño para tener listos los ingredientes.

Es el caso de doña María Pech, vecina de Kanasín, quien desde las cuatro de la mañana llega a su puesto de venta en el área de verduras del mercado Lucas de Gálvez, para recibir y ordenar hojas de plátano y abrir vainas, labor que realiza hasta las 11 de la noche.

La esforzada ama de casa se concentra en liberar las semillas de espelón o x’pelón, nombre que se designa al frijol negro de Yucatán, ingrediente esencial de la cocina de la época, y que una vez granado, vende 60 pesos el kilogramo.

Ella, como otras descendientes de mayas en su mayoría, forma parte de la “industria gastronómica” de temporada.

Pese al esfuerzo ya cotidiano, al cansancio que acusa su rostro, María mantiene el ánimo de seguir con su tarea, no decenas, sino centenares de frutos de la planta nativa para obtener la preciada leguminosa.

Pese a que Dios descansó el séptimo día, comenta que no tiene tiempo para estar en su casa y con sus seres queridos, ya que debe trabajar para cumplir con los pedidos.

La panadería La Montejo, una de las proveedoras masivas de pib, le encargó para el viernes pasado 100 kilogramos de espelón y para el domingo otros 200 kilos más.

Así que sus manos son febriles, incansables, no paran porque todo el día desenvainan y obtiene el grano negro, que imprime mejor sabor a los pibes.

Sus hijos de 14 y 17 años le ayudan. Apenas salen de la escuela acuden con su madre a reforzar el trabajo.

A diario reciben, dicen, hasta cinco cajas de 29 rollos de vainas cada una, todas procedentes el municipio de Yobaín.

Además de la hoja de plátano, expende los otros insumos como chile habanero, cebolla, recado rojo e incluso la charola o la lata como llaman al recipiente de lámina donde se calienta el manjar tradicional.

“Se está vendiendo mucho espelón, por eso aprovecho la temporada para ganar unos pesos más”, comenta la vecina de Kanasín, quien se ha ganado el respeto, la admiración y el aprecio de sus colegas comerciantes.

“Hable con doña Mary; esa señora, mis respetos, es muy trabajadora”, comenta el vendedor de enseres de cocina desde su local de enfrente, al darse cuenta de las andanzas del reportero por estos lares donde late el corazón del pueblo.

Una mujer de cabello cano, en una de las esquinas de los corredores del mercado, también se entrega en esta época previa al Hanal Pixán a abrir vainas y obtener el preciado frijol negro.

En la escala social en torno a la elaboración del pib, los que menos ingresos perciben son los oferentes de los insumos básicos y los que más utilidad tienen son los que venden el producto terminado, cada charola de 500 a mil pesos.

Son varios los puestos en el mercado que surten insumos para el pib, además de otros productos propios ante los altares u ofrendas para los muertos, reflejo de la movilización laboral y económica en torno del pib y del Hanal Pixán.

Así, mientras la mayor parte de la población de Mérida se entrega a la comilonas de pib, otras desgranan durante las madrugadas las vainas para ganar unos cuantos pesos adicionales.

(Jesús Mejía)