Mérida, Yucatán.- Desesperada, resuelta, decidida a todo, una mujer, bajita, menuda, de edad madura, se plantó y detuvo en la oscuridad de la noche, en una esquina de Mérida, a un convoy de la Comisión Federal de Electricidad (CFE).

Solitaria, advirtió que no se iba a quitar de ahí hasta recuperar la energía eléctrica.

El operador de la unidad, de nombre Antonio, le pidió a la dama se hiciera a un lado del frente de la camioneta para permitir a la columna avanzar, ya que tenían orden de dirigirse a otro lugar.

Alterada, exigente, la señora expresó que necesitaba la luz. Sus gritos sobresalieron entre el pesado silencio, la penumbra de las calles y el ruido de los motores, lo que llamó la atención de los vecinos.

Los hechos ocurrieron ya entrada la madrugada, en la esquina de las calles 45 por 76, casi 36 horas después de las rachas de vientos superiores a los 80 kilómetros por hora de la tormenta “Grace”.

—¡No me voy a quitar hasta que me pongan la luz!, ¡quiero que me pongan la luz! —advirtió, de pie, firme, frente al vehículo, cuyas luces agigantaron su sombra en la oscuridad, decidida a hacer valer su derecho de contar con el servicio.

La escena pareció una metáfora del suceso de la Plaza de Tianamenn, en China, cuando el 5 de junio de 1989 un hombre se paró e impidió el avance de una hilera de 25 tanques que participó en la represión de una rebelión juvenil.

Al escuchar el barullo, residentes que se encontraban cerca, en las afueras de sus hogares, acudieron al sitio y se sumaron a la exigencia.

El operador explicó que el equipo de trabajadores provenía del estado de Puebla, que llevaban casi cuatro días sin dejar de laborar por sólo nueve horas de sueño en tareas de apoyo en Quintana Roo y en Yucatán, y que se dirigían a un hotel a descansar.

Tanto la señora como los vecinos rodearon las unidades y presionaron a gritos, algunos con palos en la mano, a los técnicos de la empresa federal que resolvieran el problema.

Argumentaron que los alimentos estaban echados a perder por la falta de refrigeración, que no había suministro de agua potable, que estaban en total penumbra y que no podían dormir sin los abanicos.

Los técnicos reportaron por radio a la central la situación, por lo que recibieron luz verde para proceder con las reparaciones del sitio.

Pronto, localizaron la falla que propició la suspensión del fluido eléctrico: las ramas de un árbol de gran tamaño en la mencionada esquina se encontraban quebradas sobre los cables de tensión media, lo que dejó sin energía a amplia zona del centro poniente.

Así, tras una hora de labores, con el apoyo de dos unidades con canastilla y una gigantesca lámpara de tierra, los empleados solicitaron por radio el corte de energía general para todo el sector y procedieron con motosierras a despegar las ramas.

En ese punto de la ciudad, a la 1:00 de la madrugada, la gente reunida, desesperada, como todos los que requieren este indispensable servicio, presenció vigilante la labor de los técnicos de la CFE.

Después de 36 horas, los habitantes recuperaron por fin el aliento, la energía para sus refrigeradores y el alivio de los abanicos o ventiladores para enfrentar las noches cálidas cercanas a los 30 grados.

Cumplida la tarea, los trabajadores fueron vistos, ya no como enemigos, sino como héroes, y se retiraron entre expresiones de agradecimiento.

La señora que hizo patente su desesperación y detuvo el convoy, simplemente desapareció, pero su imagen está viva en muchos puntos de la ciudad de Mérida donde se padece la interrupción del suministro.

Manifestaciones de descontento y cierre de calles han sido reportados este domingo en el barrio de San Sebastián, en tramos de la avenida Mérida 2000, en las colonias Nueva Mulsay, El Porvenir, Miraflores, Emiliano Zapata Sur I y San José Tecoh de Mérida.

(LectorMx)