Mérida, Yucatán.- Organizaciones que pugnan por la conservación de los ecosistemas, el agua y la tierra expusieron su rechazo a los megaproyectos como las plantas porcícolas y el Tren Maya, ya que son factores, afirmaron, de “devastación” del medio ambiente y contravienen los modos de vida de las comunidades.

En la presentación de conclusiones del Foro “Desarrollo comunitario, Biodiversidad y Derechos Humanos en la Península de Yucatán”, activistas expresaron también su negativa a los proyectos inmobiliarios que han propiciado el despojo de tierras y el cambio de uso de suelo porque han atentado, dijeron, contra la utilización racional y la ecología.

Derivado de dos días de trabajo, los líderes denostaron por igual a las plantas de generación de energías eólicas y fotovoltaicas por representar un factor de afectación a la flora y fauna y han alterado las formas de vida de los pueblos originarios de Yucatán.

Reiteraron su rechazo a la operación de las plantas porcícolas, particularmente las de Homún e Ixil, porque dañan el medio ambiente, contaminan los acuíferos y trastornan la ecología de las regiones donde se encuentran asentadas.

En el posicionamiento de una declaración conjunta, los representantes hicieron una vehemente defensa de milenarios proyectos de producción agroecológica, de apicultura y de turismo comunitario y sustentable, entre muchos otros, que han sostenido la economía de la región y le ha permitido vivir en equilibrio con la naturaleza.

En rueda de prensa, tras su encuentro.se intervinieron Alberto Rodríguez Pisté, del Consejo Maya Chikin Já; José Clemente May, de Ka´nan Ts´onot (Guardianes de los Cenotes de Homún); Karen Hudlet, de la Universidad de Clark; Leydy Araceli Pech Marín, conocida como “La guardiana de las abejas”, y Viridiana Lázaro, de Greenpeace.

En ese contexto, demandaron terminar con la colusión entre gobiernos y empresas, sancionar a las inmobiliarias que se aprovechan de la corrupción para crecer sin ninguna clase de regulación y regular a las industrias que destruyen los ecosistemas.

De la misma manera, repudiaron lo que llamaron “turismo depredador”.

Plantearon una vehemente defensa de los sistemas apícolas tradicionales: “Sin las abejas no hay vida. Reconocemos su papel en la protección de la biodiversidad y nuestra calidad de vida; durante miles de años hemos vivido en equilibrio con ellas, alimentándonos gracias a ellas y agradeciendo el beneficio que le dan a la flora y la fauna.

“Hagamos milpa, sin transgénicos, sin plaguicidas que envenenan nuestras tierras, nuestra agua y nuestros cuerpos. Promovemos la milpa agroecológica y la medicina tradicional porque ellas, en su conjunto, significan alimentos y vidas sanas para la gente y para el planeta.

“No aceptamos la continua violación de nuestros derechos humanos al agua; al medio ambiente; a la tierra y el territorio; a nuestra libre determinación y autonomía”, concluyeron en la lectura.

Como colofón, refrendaron su voluntad de mantener en sus comunidades los modos de vida tradicionales y los sistemas de producción agrícola basados en el desarrollo de la milpa.

(LectorMx)