Por Jesús Mejía

Mérida, Yucatán.- Representaciones del Viacrucis en distintos escenarios de Yucatán y de México no sólo son escenificaciones de arraigo, sino experiencias que unen a la comunidad católica en actos de fe y esperanza.

En Yucatán, donde 23.7 por ciento de la población es mayahablante, se rememoró con fervor e intensidad el Calvario de Jesús en distintos escenarios como expresión del mestizaje y sincretismo cultural y religioso.

Lo mismo que la fe en la Virgen de Guadalupe y en San Judas Tadeo, la devoción por la Pasión y Muerte de Cristo cobró relevancia entre los yucatecos, asi como entre curiosos y visitantes nacionales y extranjeros como parte del llamado turismo religioso.

En Mérida las escenificaciones tuvieron lugar lo mismo en el centro histórico de la ciudad que en las populosas colonias de Juan Pablo II y Pacabtún, así como en sitios disímbolos, entre los que figuran la Penitenciaría y el asilo de ancianos Brunet Celarain.

En Pacabtún se realizó como cada año la procesión de Jesús y es el de mayor arraigo e intensidad de Mérida, ya que concentró a miles de personas, incluida la lectura de las Siete Palabras de Cristo en el atrio de la iglesia.

De igual manera, las colonias Serapio Rendón, Chuburná y Vergel fueron representados los personajes bíblicos durante las 14 estaciones de las que consta el Viacrucis, en movilizaciones comunitarias de creciente arraigo.

También en los municipios de Baca y Acanceh se efectuó el Viernes Santo Viviente, desde el juicio sumario hasta la Crucifixión.

Así como en todo el país, cuya población es mayoritariamente católica, en Yucatán la Muerte y Pasión de Cristo es ocasión para la reflexión.

En su homilía del domingo pasado, el arzobispo de Yucatán Gustavo Rodríguez Vega expuso a los feligreses ante la cercanía de los eventos de la Crucifixión y La Pascua:

“A todos los que deciden las guerras, a todos los que roban, asesinan o secuestran en gran parte de nuestro país, lejos de odiarlos o de desearles algo malo, como cristianos que somos, debemos desearles el mayor de todos los bienes, que es el arrepentimiento y el conocimiento del amor misericordioso de nuestro buen Padre Dios.”

(LectorMx)