Mérida, Yucatán.- Símbolo del anhelo de libertad, de conciliación y hermandad entre los hombres, la Novena Sinfonía de Ludwig van Beethoven cobró vigencia en medio de intensos aplausos, vítores y emociones prodigadas tras su presentación en concierto con la Orquesta Sinfónica de Yucatán.

Con Juan Carlos Lomónaco en la batuta, la orquesta y el coro integrado por más de 60 sopranos, mezzosopranos, tenores y bajos, la OSY salió avante con la interpretación de la sinfonía, la más influyente del género, por sobre otras novenas como las de Anton Bruckner, Antonin Dvorak, Gustav Mahler y Franz Schubert.

Cerca de seis meses de preparación en lo coral, técnico y sinfónico llevó esta sinfonía, con la cual la máxima agrupación musical del estado cerró el ciclo de las Nueve Sinfonías de Beethoven y la primera temporada de conciertos 2016.

En el desarrollo del cuarto movimiento, el Finale. Allegro assai, el barítono Alberto Albarrán cantó los primeros versos de “An die Freude” en alemán, cuya traducción es la siguiente: “Oh amigos, no esa tonada. Entonemos otros más agradables y
llenos de alegría. ¡Alegría, alegría!”.

El coro secundó con las siguiente frases: ¡Alegría, bella chispa divina, hija del Elíseo!/ Penetramos ardientes de embriaguez/ ¡Oh celeste, en tu santuario!/ Tus encantos atan los lazos/ que la rígida moda rompiera;/ y todos los hombres serán hermanos/ bajo tus alas bienhechoras.

Después desplegaron sus voces la mezzosoprano Gabriela Flores, la soprano Adriana Valdés y el tenor Alán Pingarrón, en alternancia con el coro. Una amalgama de voces llenó el sitio de sentimientos y estados de ánimo, entre lo sublime, la alegría y el éxtasis.

Al final, el público aplaudió de pie, incesante, a la orquesta, los solistas y al coro con su directora María Eugenia Guerrero, al frente. Con los mil 200 lugares ocupados del Gran Salón del Club Campestre, la OSY demostró el alto nivel artístico y el grado de aceptación alcanzado en 12 años de actividades.

El Fideicomiso Garante de la OSY dispuso la colocación de pantallas gigantes para que el público pudiese apreciar la interpretación de cada una de las secciones de instrumentistas durante el desarrollo de la obra, lo mismo cuerdas, que maderas, alientos metales y percusiones.

Uno de los asistentes, feliz por el acontecimiento, el concierto del pasado viernes, exclamó: “Dios tocó el corazón de este hombre para  darnos su mensaje de hermandad”.

Así quedó redondeado para la historia musical del estado el concierto dedicado a la Novena Sinfonía que su propio compositor  dirigiera completamente sordo en el estreno ocurrido el siete de mayo de 1824 en Viena sin imaginar que lograría con ella su inmortalidad. (Jesús Mejía)