Mérida, Yucatán.- ¡Es ella! ¡Es Frida! Gritó una joven, quien señaló a la conocida artista de estampa mexicana, de gruesas cejas, bigote, con su tocado al cabello y blusa y faldas de colores vivos, la famosa Frida Kahlo, que plasmaba en el lienzo otra de sus obras.
La gente se arremolinó en torno de esa frágil figura femenina, de aspecto real, nada que ver con las apariciones de ultratumba, cuya personalidad, estilo y forma de desenvolverse marcó una época y que siguen influenciando hasta nuestros días.
Con su blusa verde y faldón de estilo tehuano, con tocado de flores y el listón verde en el cabello, Magdalena Carmen Frida Kahlo y Calderón – que era su nombre completo- reapareció en el corazón de esta ciudad de Mérida, en la entrada del Pasaje de la Revolución.
Vestida a la usanza de las mujeres de la región del Istmo en Oaxaca, ejemplo de su pasión por México, Frida Kahlo pintaba con agilidad sobre el lienzo sin inmutarse ante decenas de transeúntes que se arremolinaron torno de ella, al lado de la Catedral de esta ciudad.
Con parsimonia, Frida trabajaba con colores primarios ante la curiosidad de la gente, la sonrisa de los niños, sentido a formas caprichosas propias del estilo que imprimió en sus más de 200 cuadros, de los cuales 55 fueron autorretratos, mismos que son de los más cotizados en el mercado del arte.
A casi 110 años de nacimiento (6 de julio de 1907) y 62 de su muerte (13 de julio de 1954), Frida Kahlo reapareció en Mérida, vital y creativa, esplendorosa, sin rastros de la polio y el accidente que la colocó de por vida a una silla de ruedas.
Las manos de un artista urbano del títere y de la pintura dieron forma y vida, mediante los hilos, el ingenio y la destreza, a esa figura inmortal del arte mexicano.