Mérida, Yucatán.- Especialistas plantearon la hipótesis de que los antiguos mayas utilizaban para rituales la canoa descubierta hace casi dos años en el cenote San Andrés, en la periferia de la zona arqueológica de Chichén Itzá, según estudios iniciales en laboratorios de México y el extranjero.

La embarcación monóxila de más de mil años apareció durante labores de salvamento arqueológico en la Tramo 4 del Tren Maya que va de Izamal a Cancún.

En el marco del 12 Congreso Internacional de Mayistas, organizado por la Universidad Nacional Autónoma de México, se dieron a conocer avances en las investigaciones lideradas por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).

La responsable de la Oficina Península de Yucatán de la Subdirección de Arqueología Subacuática (SAS) del INAH, Helena Barba Meinecke, aportó nuevos datos del caso.

Informó que las inmersiones, hechas a partir de octubre de 2021 han permitido realizar modelos 3D del objeto y precisar sus dimensiones: 2.15 metros de eslora (longitud), 45 centímetros de manga (anchura) y 36.5 centímetros de puntal (altura).

En ese entonces se tomaron muestras tanto de la madera del milenario bote, como de restos óseos descubiertos alrededor.

Hasta ahora, dijo la arqueóloga, se han identificado 38 restos óseos correspondientes a siete individuos de diferentes especies animales: armadillo, pavo, perro y águila; además, se ha reconocido un resto humano, asociado con un hueso metatarsiano del pie izquierdo de una mujer adulta.

Barba Meinecke participó en el foro junto con sus colegas Jesús Gallegos Flores, adscrito a la SAS en la península de Yucatán, y Alexandra Biar, del Centro Nacional para la Investigación Científica de Francia (CNRS).

“La preponderancia de huesos de armadillo y la presencia del metatarso humano llevan a los expertos a teorizar el uso ritual de la canoa y su colocación en la caverna antes de que esta se inundara”, asentó el INAH.

Por un lado, comentaron los expertos, los restos del armadillo, cuya capacidad natatoria le permite contener su respiración y cruzar cuerpos de agua sujetando sus garras al suelo, sería una alusión al ingreso de dicho animal al inframundo, tomando en cuenta la concepción maya de las cuevas inundadas, seminundadas y de los cenotes como portales a dicho espacio cosmogónico.

Tanto Biar como Gallegos ahondaron que el uso ritual de la canoa también se respalda en la propia morfología de la embarcación, pues al tener una proa y una popa muy pesadas, su capacidad de navegación debió ser limitada en aguas más dinámicas, de allí que no descartan que hubiese sido creada con fines simbólicos.

Biar señaló que los análisis por carbono 14 a la madera, efectuados con apoyo del CNRS, han arrojado que el material orgánico data del siglo XVI y no del periodo Clásico Terminal (830-950 d.C.), que predomina en el sitio arqueológico de San Andrés.

Aun cuando esto indicaría la continuidad de las prácticas rituales mayas asociadas con los cuerpos de agua durante la época del contacto con los españoles, los especialistas enfatizaron que los estudios realizados al agua del cenote, en el Cinvestav Unidad Mérida, con apoyo de la investigadora Dalila Aldana Aranda, mostraron concentraciones de microplásticos que podrían incidir en los fechamientos, de allí que se planean nuevas inmersiones para tomar muestras adicionales de la madera y del material óseo del contexto sumergido.

La canoa maya se investiga in situ, en apego a los protocolos de conservación dictados por la Convención 2001 de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, sobre la Protección del Patrimonio Cultural Subacuático.

Hubo agradecimientos a la investigación de los arqueólogos del Centro INAH Yucatán, José Francisco Osorio León, Francisco Pérez Ruiz y Nayeli Jiménez Cano; de la arqueóloga Carolina Ramos Novelo, de la Universidad Autónoma de Yucatán, así como de la doctora Dalila Aldana, del Centro de Investigación y de Estudios Avanzados del IPN Mérida.

(Con información de INAH)