Que el estrés es una de las lacras de nuestro tiempo está fuera de discusión: a este exceso de tensión se le responsabiliza de males digestivos, trastornos del sueño, depresiones o dolencias cardiovasculares. Ahora, un estudio realizado por investigadores de la Universidad de Guelph, en Ontario (Canadá), ha encontrado un vínculo fisiológico para explicar el deterioro de la salud que acarrea ese estado de alerta crónico: sus efectos sobre el microbioma, o sea, el “zoo” de microorganismos que habita el interior de nuestro cuerpo y cumple funciones esenciales para su buen funcionamiento.

Como cuentan en la revista especializada Biology Letters, los científicos centraron el foco en la población de ardillas comunes (Sciurus vulgaris) que viven en el Parque Provincial Algonquin, en Ontario, a las que tomaron muestras de su saliva y sus heces. Así pudieron comprobar que las ardillas con más hormonas de estrés en su organismo tenían un microbioma pobre, poco diverso. Y también sucedía lo contrario: los ejemplares que supuestamente llevaban una vida más tranquila albergaban una fauna de microbios más rica en su piel o sistema digestivo, por ejemplo.

Dos semanas más tarde, los científicos repitieron el análisis y descubrieron otra correlación interesante: las ardillas que experimentaron un aumento significativo de las hormonas relacionadas con el estrés en ese lapso de tiempo empezaron a tener también más bacterias potencialmente dañinas.

El estudio, el primero de este tipo realizado en animales que viven en su ambiente natural, confirma la relación entre un nivel bajo de estrés y un microbioma variado y saludable, según sus autores.

(www.elsiglo.com)