Por Jesús Mejía

Mérida, Yucatán.- Llegó a esta ciudad sonriente, como en campaña, a reunirse con la gente. De pantalón y camisa a rayas, arremangada, el presidente Enrique Peña Nieto buscó sencillez en el trato, en su contacto con los yucatecos, en el acto de entrega de certificados de primaria y secundaria.

La instrucción del área de protocolos de la Presidencia de la República era clara: ropa informal para los funcionarios del estrado. “Hijo de tigre, pintito”, dice el refrán popular y prácticamente todos los servidores públicos, tanto federales como estatales, “copiaron” al presidente en su forma de vestir.

A su llegada al salón Chichén Itzá del Centro de Convenciones de esta ciudad, pletórico de hombres y mujeres que recibieron su certificado de primaria y secundaria, Peña Nieto proyectó modestia y recibió el saludo, el aprecio, las manos, las porras de los asistentes. Como dicen en los medios, “se dio un baño de pueblo”.  

En el estrado principal, consecuentes con el “jefe mayor”, aguardaban sonrientes, con la camisa arremangada el anfitrión, el gobernador Rolando Zapata, así como el secretario de Educación, Aurelio Nuño, y el secretario de Desarrollo Social, José Meade Kuribreña.

También dejaron a un lado la guayabera para usar camisa y remangarse el secretario de Educación estatal, Víctor Caballero Durán; el titular de Sedesol local, Mauricio Sahuí, y el secretario de Fomento Turístico, Saúl Ancona Salazar, éste último más evidente, ya que los puños de su prenda eran de un tono azul profundo.

De esa forma, Peña Nieto dio con la camisa su mensaje, el otro, el político, el de afinidades partidistas, el de confirmar y corroborar alianzas en torno de su proyecto y forma de gobierno.

Ya en su discurso, en voz alta, con énfasis y marcado entusiasmo, Peña Nieto levantó una oleada de aplausos y vítores al afirmar que Yucatán es el estado que ha avanzado de manera más acelerada en la certificación de personas que acreditan sus estudios de primaria y secundaria.

Como si la forma de vestir definiera el color político de origen, silente, escuchaba con su camisa sin remangar el alcalde de Mérida, el panista Mauricio Vila, sentado a un lado de quien podría ser su contendiente por la próximo gubernatura del estado, el priista Víctor Caballero Durán.

La camisa remangada cobró importancia a partir de que en su campaña política Barack Obama la utilizó –como hiciera Bob Kennedy- para proyectar una personalidad más relajada, menos tensa, y segura de su personalidad, lo que fue un éxito desde el punto de vista de propaganda política.

Terminado el acto de entrega de certificados, Peña Nieto regresó con la gente, se tomó fotografías. En una “selfie” –voz inglesa para llamar un autorretrato-, la diputada federal María Esther Alonzo Morales pidió al presidente posar con ella. Atrás se colocó, sin haber sido invitada, la diputada local Elizabeth Gamboa.

Al final, un mar de gente quería tocar la diestra o tomarse foto con el presidente, quien a final de cuentas se dejó querer. Su camisa arremangada surtió sus efectos. 

(Jesús Mejía)