Por María del Mar Boeta

En Yucatán existen más de 142,000 agricultores que no tienen trabajo asalariado.

“Producen su propia oferta y demanda, y ante este escenario es muy difícil tratar de adaptar el concepto de trabajo decente”, indica el Dr. Javier Becerril García, Coordinador General de Posgrado, Investigación y Vinculación de la Universidad de Yucatán. Todos los ciudadanos tienen derecho al trabajo decente pero se desconoce lo que verdaderamente implica, con consecuencias desfavorables para el desarrollo personal. Entonces, ¿qué significa realmente?

“Trabajo Decente el que tiene prestaciones de ley, un contrato colectivo, el dinero alcanza para cubrir necesidades básicas, tienes prima de seguros, vacaciones, jornadas de 8 horas y no se involucra niños”, explica Becerril en el marco del cabo el Curso Internacional de Verano sobre Déficit en el trabajo decente en el campo, organizado por la Uady y que ayer llegó a su fin después de cinco días con la presencia de investigadores de Alemania, Pakistán, Kenia, Ghana, Sudáfrica y México.

“En el caso de Yucatán el último aspecto, el de la infancia, es una situación complicada porque hay que conservar la naturaleza de los recursos naturales y esto sólo se puede lograr con el conocimiento en el que durante años se ha comprometido a los niños. Entonces, adecuar el concepto es un poco complicado”, agrega.

“Podemos decir que tenemos un trabajo digno y decente cuando un producto cumpla y cubra las necesidades básicas de medicación, alimentación, vivienda, acceso y tenga poder adquisitivo para pagar arte, cultura y recreación. Y aún estamos muy distantes”.

Sin embargo, comparado con el resto del país, Yucatán está por arriba de la media nacional. “Tenemos buenas vías de comunicación que permite el flujo de servicios a pesar de la concentración de las ciudades y alta dispersión. Con la infraestructura que tenemos y la geografía del Estado podemos reducir los costos de transacción, permitiendo el flujo de mercancía”.

chile_habanero“Al interior tenemos un gran aliado, Quintana Roo. Es un polo de atracción para todo el país y extranjeros, lo que permite a muchos productores diversificar sus fuentes de ingresos. En este escenario están los hogares de los productores rurales, en el que papá, mamá e hijos tienen que trabajar porque tienen que enfrentarse al bajo crecimiento del salario”, menciona el investigador.

Ante esa situación tanto gobierno federal y estatal ofrecen programas de inclusión, y en el segundo caso son 189 de política pública, sociales y productivos. Sin embargo, uno de los objetivos del Curso Internacional de Verano sobre Déficit en el trabajo decente en el campo es encontrar maneras de ser copartícipes y no delegar toda la responsabilidad en los gobernantes.

Una manera de hacerlo es crear consciencia sobre la calidad de nuestra industria. “Yo invito a crear demanda de productos yucatecos. Si no hacemos eso no estamos premiando a nuestros productores y aquí en la Universidad tenemos diferentes programas de apoyo a los hogares mayas”, comenta Becerril García.

La solución para llegar al precio justo y sin intermediarios son las cooperativas. “Los productores deben asociarse y hacer sinergias, en las que haya confianza y reciprocidad”, añade.

¿El campo está muerto?

“No está muriendo. Tenemos un valor agregado que es el producto interno bruto que crece cada vez más, lo que se está reduciendo es la participación del campo porque no se está generando ese valor”.

“Aparte, estamos viendo que es la opción de retiro para muchas personas. La edad promedio de productores en el campo es arriba de 52 años. El campo no va a desaparecer”, finaliza.