Por Ricardo de María

Mérida, Yucatán.- Al igual que sus primos hermanos del PRI y sus “enemigos ideológicos” del PAN, el PRD en Yucatán enfrenta a sus propios fantasmas o demonios.

En una inminente reedición de sus confrontaciones de hace seis años, las principales fracciones perredistas yucatecas se preparan para ir a la guerra.

A sus insalvables discrepancias con Nueva Izquierda (NI), que coordina en el país Erick Villanueva Mukul, la expresión Alternativa Democrática Nacional (ADN) desentierra de nuevo hacha y lanza para combatir a sus compañeros.

Ello, ocurre a casi un año de iniciar el proceso electoral concurrente en el que se elegirá presidente de la República, senadores, diputados federales, junto con gobernador, nuevos integrantes del Congreso del Estado y de los 106 ayuntamientos.

Como en el sexenio anterior, la tribu que conforman: Alejandro Cuevas Mena, frustrado seguidor de Andrés Manuel López Obrador; Eduardo Sobrino Sierra –sempiterno vividor de la política, en similitud con su hermano priista Carlos– y el convenenciero David Barrera Zavala, entre otros personajes menores, quiere la cabeza de Villanueva Mukul.

Éste, quien tampoco es una perita en dulce sino todo lo contrario, busca repetir en Yucatán la experiencia exitosa de junio pasado en Quintana Roo, en la que una alianza del PRD con el PAN sacó al PRI del gobierno y encaminó una incipiente alternancia de la mano del ex priista Carlos Joaquín González.

El choque de ADN con NI pudiera alcanzar o superar la estridencia del 2012 por la candidatura del sol azteca en Yucatán, cuando los cabecillas del primer bando (¿o quizá banda?) colisionaron contra el Comité Ejecutivo Nacional (CEN), en ese entonces encabezado por Jesús Zambrano Grijalva, otro miembro distinguido de NI.

El 2 de abril de 2012, el “CEN chuchista” promovió en el ya desaparecido Instituto de Procedimientos Electorales y Participación Ciudadana (Ipepac) la sustitución de la personalidad jurídica del presidente y secretario general del sol azteca en Yucatán, puestos que desempeñaban Barrera Zavala y Ernesto Mena Acevedo –ahora en las filas de Morena–, respectivamente, así como del resto de la directiva.

Tras ese recurso de virtual desconocimiento, el entonces diputado federal Antonio Magallanes Rodríguez asumió como delegado y absorbió funciones del Comité Directivo Estatal.

Cuevas Mena y Eduardo Sobrino, a quienes ex correligionarios suyos achacan pactos primero con Ivonne Ortega Pacheco y luego con Rolando Zapata Bello, son emisarios de Héctor Bautista López, “el negociador en las sombras”, originario del Estado de México, en donde nunca ha gobernado partido distinto al PRI, y a quien se ubica en calidad de asiduo negociador con el equipo del actual presidente Enrique Peña Nieto.

“NO tenemos nada en común”, argumenta Cuevas Mena, en su insistente repudio a una pretendida unión de fuerzas con el PAN en Yucatán.

En su cruzada moralina, la congruencia de ADN entre sus huestes es lo de menos.

Salvo el doble discurso, no se entiende por qué en Quintana Roo figuras emblemáticas de sus filas: el ex alcalde de Cancún, Julián Ricalde Magaña, y el ex legislador Jorge Carlos Aguilar Osorio, jugaran papel relevante en la caída del ex gobernador Roberto Borge Angulo, mientras que en Yucatán esa misma formación tenga una postura tan opuesta y contradictoria.

Hoy, Ricalde Magaña funge como secretario de Desarrollo Social e Indígena con Joaquín González –ambos con hermanas militantes panistas–, en tanto que Aguilar Osorio está perfilado para un cargo en el gabinete, en caso de no quedarse en la dirigencia del PRD en esa entidad.Sin coalición opositora el PRI seguiría en Palacio de Gobierno de Chetumal, así de simple.

A menos claro de que en Yucatán el clan de Bautista López busque, en pago a su boicot, favores del PRI que puedan traducirse en plurinominales y otras posiciones para conservar la franquicia en 2018.  Mérida, Yucatán, 11 diciembre 2016. Ricardo.María@gmail.com