Santiago, Chile.- Como bien definió alguna vez Gary Lineker, ex goleador de la selección inglesa, luego de una de las tantas derrotas ante una selección germana. “El fútbol es un deporte que inventaron los ingleses, que juegan 11 contra 11 y siempre gana Alemania”. Así de crudo. Así de realista. Así de contextualizado para lo que sucedió con Chile en San Petersburgo. Como una bofetada letal, sin anestesia. La Roja cayó en la definición de la Copa Confederaciones de la manera más dolorosa. Sin quizás merecerlo. Pero una desgracia de Marcelo Díaz terminó tirando todo a la basura.

Algunos dirán que así es el fútbol. Que de nada sirve tener el control del balón. Y podrán tener razón. Pero claro, después de ver tamaño arranque de partido, con la Roja ahogando al campeón del mundo, sin duda que había motivos para ilusionarse. Y para soñar con un título inédito.

Tan bueno era el inicio de partido de Chile que no había señales de vida Alemania. Salvo por la entonación del himno, no se hacían notar en el campo de juego. Pero vino esa jugada maldita de Marcelo Díaz, pecando de exceso de confianza, poniendo en riesgo un balón a la salida del área chilena. Y por qué no, poniendo en riesgo la definición del título. Como finalmente sucedió.

Segundos antes, Alexis Sánchez había tenido la más clara para Chile, pero el delantero falló un balón suelto en el punto penal, con Ter Stegen en el piso. Lo que pudo ser la apertura de la cuenta, terminó convirtiéndose en el inicio de una pesadilla para la Roja. Y también para Carepato.

Porque el volante, que hasta ese fatídico minuto hacía un gran partido, perdió un balón en la medialuna, y que Stindl terminó definiendo con arco descubierto. Lo que no había podido hacer la Roja con un dominio atosigante, lo hacían los europeos en dos toques, sin despeinarse. Doloroso.

El gol puso a Chile contra las cuerdas. Y a Díaz lo sacó de Rusia. Sencillamente se fue de la cancha. Aunque Pizzi lo terminó sacando en el segundo tiempo, nunca más apareció en el juego. Y eso resinstió a Chile, que debió reorganizar el mediocampo para soslayar la “ausencia” del motor. Porque la pelota, mientras siguió en la cancha, nunca más pasó por sus pies. Entonces, todo se hizo más lento, sucio. No había la misma organización del inicio.

Antes de esa jugada maldita, la Roja repetía el mismo libreto del encuentro de la fase de grupos ante los germanos. Presión alta y efectiva, criterioso manejo del balón, y agregando esta vez mayor profundidad. Cuando no había espacios para una habilitación, la orden era pegarle desde fuera del área, para terminar las jugadas. Chile en esos primeros 20 minutos tuvo tres ocasiones claras para abrir la cuenta. Pero como sucedió en toda la Copa, el equipo pecó de poca eficacia ante el arco rival. No por nada convirtió cuatro goles en cinco partidos. Una cifra que explica en parte lo que le costó al equipo hacer daño verdadero.

Entonces, todo lo que perdonó Chile en ese arranque lo terminó pagando caro. Y después de aquella desafortunada jugada de Díaz, el equipo nunca se repuso totalmente. Más allá de que siguió buscando, ya no tenía la misma claridad ni intensidad. Todo se hacía más dificultoso en la elaboración. Y para colmo, cada contragolpe de Alemania era una posibilidad clara de nocaut.

Los cambios en el segundo tiempo de Pizzi le dieron un nuevo aire al ataque de la Roja, pero le restaron claridad. Los centros comenzaron a salir desde todos los sectores, pero ya no habían piernas ni ideas para elaborar una jugada de ataque. La receta, de todos modos, casi da resultados en un par de ocasiones. Pero esta vez la fortuna no estuvo del lado de Chile, especialmente cuando Sagal solo en el punto penal elevó con la zurda, con Ter Stegen fuera de foco.

En esa jugada se ahogó la última esperanza de Chile para al menos extender el partido hasta el suplementario. La columna vertebral del equipo se había quedado con el estanque vacío, de hecho Aránguiz había salido antes extenuado, y ya no podían sostener el partido. La Roja se quedaba con las manos vacías, sin merecerlo. Pero así es el fútbol. Un deporte que inventaron los ingleses, juegan 11 contra 11, y siempre gana Alemania. Nunca mejor dicho, Lineker.

(latercera.com)