Por: Jesús Mejía

Mérida, Yucatán.- Los Viacrucis vivientes, que forman parte del mosaico de tradiciones y festividades religiosas y paganas del país, tienen también su expresión más dramática e intensa en el sureste del país, en particular los que se realizan en Pacabtún, Mérida, y en el municipio de Acanceh.

Aun cuando la procesión del Viacrucis de Iztapalapa, que congrega a cerca de 10 mil actores y unos 200 mil espectadores –por lo que es considerada una de las más importantes del mundo–, en el sureste de México la solemnidad y el realismo con que se realizan las escenificaciones de La Pasión y Muerte de Cristo no son menores.

Los “días santos”, jueves y viernes, son de los más importantes de la cristiandad y se expresa de innumerables formas, desde la llegada de los españoles que trajeron consigo otras expresiones culturales y religiosas junto con el proceso de la conquista y la evangelización.

Las Procesiones del Silencio que se efectúan con la presencia de las imágenes de Jesús con la cruz a cuesta y de La Dolorosa o la Virgen Madre tienen impacto nacional e internacional en San Luis Potosí, Zacatecas, Toluca y otras muchas ciudades, pero también las de las diferentes iglesias de Mérida están llenas de fervor religioso

Aunque millones de personas aprovechan estos días de asueto para viajar a los principales puntos de recreo, gran parte de la población del país eminentemente católica, así como de grupos religiosos cristianos consideran estos días de constricción, tribulación y profunda fe.

De Taxco, Guerrero, llegarán las imágenes de los penitentes encapuchados llamados Los Encruzados que tiene que sufrir zarzas plagadas de espinas que hieren sus pieles desnudas como señal de expiación de sus culpas.

Miles de personas habrán de presenciar dicha travesía en la mencionada población guerrerense enclavada en la parte alta de los montes, donde el silencio se impone, al igual que las perturbadoras escenas de dolor y arrepentimiento acompañadas por el rítmico sonar de un viejo tambor golpeado por un hombre viejo vestido de guardia romano.

Así como el país es rico en tradiciones festividades y costumbres, en lo religioso son pletóricas las manifestaciones en Semana Santa, ya que el rito del camino al Calvario representa una de las escenas innumerables veces repetidas en el mundo católico y cristiano, sobre todo en El Vaticano.

Lo mismo en Michoacán que en Jalisco, Querétaro, Estado de México y en cualquier sitio del mapa nacional, el tema de las procesiones de la sangre y La Pasión de Cristo congregan a multitudes, en mayor cantidad movidas por la fe y el convencimiento de la muerte y resurrección de Jesús y en menor cantidad por la curiosidad y el morbo.

En tierras mayas, a las escenificaciones de la colonia Pacabtún, se suma este viernes la edición 37 del Cristo de Acanceh – también llamado “el Iztapalapa de Yucatán” –frente a los vestigios arqueológicos Palacio de Los Estucos–, en una clara evolución del sincretismo religioso.

También en los municipios de Hunucmá, Baca, Izamal y Dzilam González los rituales de Viernes Santo son cada vez más concurridos como muestra del arraigo y la fe en torno de la tragedia del Monte Gólgota, que ni partidos políticos y candidatos se atreven a profanar.

Vendrá también el Sábado de Gloria y los llamados a evitar los cubetazos o desperdicio de agua, pero igual la quema de Judas sobre todo en el centro del país en los que seguramente serán incineradas imágenes alusivas a populares villanos como Donald Trump, Carlos Salinas de Gortari y ¿algunos más?

(Foto: archivo)