Por Ernesto Arévalo Galindo

La radicalización de la sociedad de la Isla Cozumel, como consecuencia a la degradación del ejercicio de la política, ha originado que hablar sobre los temas en público sea un grave riesgo personal, porque la mayoría de los interlocutores no están asimilando la importancia de debatir para llegar a un punto de acuerdo; al contrario, lo están equiparando como un “ataque directo” contra el político a quien le rinden pleitesía en la víspera del Proceso Electoral 2018.

Los bandos de los principales actores como lo son Perla Tun Pech, por la coalición “Por Quintana Roo al Frente”; Pedro Joaquín Delbouis, por la coalición “Por Quintana Roo”, y Juanita Alonso Marrufo, por la coalición “Juntos Haremos Historia”, no están haciendo mucho por posesionar verdaderamente a sus candidatos en el ánimo electoral. Los trabajos proselitistas no están a la altura de las transformaciones de los tiempos, ni mucho menos ante la urgente necesidad de salir del abismo político-social-económico.

Las campañas políticas por la presidencia municipal de Cozumel no han comenzado y todos ya se declararon vencedores, teniendo como base los comentarios “triunfalistas” de sus operadores, empleados y seguidores; así como, las respectivas encuestas. Nadie habla de propuestas, solamente de ataques para captar votos. ¡A la buena o a la mala!

Si los políticos no debaten, la ciudadanía lo hará y su veredicto lo expresará mediante el voto libre y secreto. El acto propio de la comunicación entre político y ciudadano, debería enriquecerse a pesar que los temas fueran polémicos, porque ambos conocerían sus argumentos para lograr una conclusión. O, mínimo, un punto de acuerdo para continuar la discusión a la altura de los propios interlocutores.

Sin embargo, la sociedad de Cozumel – como el resto del país – se caracteriza por achacar todos sus problemas a las mentiras de los conservadores, estos últimos fieles defensores de mantener los valores políticos, sociales y morales, si acaso aún prevalecen, oponiéndose a verdaderas reformas o cambios radicales en el más estricto sentido de la palabra.

Sobre esto último, los medios de comunicación están cómodos repitiendo los propios marcos conservadores ante la ausencia del diálogo.

¡Debate!