Mérida, Yucatán.- Esta es la crónica de cómo un “desayuno de la amistad” se fue convirtiendo en una merienda de negros…

Porque todo empezó con el cabalístico número de la periódica reunión: 33 años, la edad de Cristo y precisamente en la fecha en que medio mundo festeja su nacimiento, y con las “religiosas” palabras del “jerarca” convocante, Rubén Calderón Cecilio, veterano priista de cepa, quien le daba las gracias a la “Santísima Virgen y a Dios nuestro Señor”.

Y cuando enlistaba a verdaderos “milagros” priistas, sobrevivientes del último tsunami electoral que casi los enterró el pasado 1 de julio: Francisco Luna Kan, Feliciano Moo, Gaspar Gómez Chacón, Raymundo Vargas, Luis Echeverría…

“Respetamos los 30 millones de votos -dijo el sempiterno aspirante a la candidatura por el PRI para el  Gobierno del Estado- pero el PRI no está muerto”.

Todo era camaradería, saludos, reencuentros… parecía aquella escena de una película navideña de los inicios del siglo, en los que decenas de personas se abrazan en un aeropuerto (seguramente no el de Santa Lucía) en tiempos de Navidad.

Ataviada precisamente de un intenso rojo de la época, como el de Santa Claus, una mujer ya madura decía, entre risas: “Pueden llévarsela… está como el presupuesto (de Egresos de la Federación)”. Era la diputada Dulce María Sauri Riancho. Le decía eso a uno de los asistentes que le daba su bolsa de mano, que la legisladora había dejado sobre una silla…

La reunión estaba terminando y, sin querer, la sobremesa se estaba convirtiendo en botana de mediodía; fue un inusitado alargue en un día complicado para quienes año con año se reúnen en un predio del veterano político, en el norponiente de Mérida, cada 24 de diciembre…

Los pocos que quedaban ya querían irse y Dulce María también: había llegado tarde porque no pudo encontrar un vuelvo “guajolotero” -ya que estamos en Navidad- para viajar desde la Ciudad de México, tras asistir a la sesión del Congreso en la que se aprobó -ella no lo hizo- el presupuesto para 2019.

A unos pasos de ella, un sonriente senador Jorge Carlos Ramírez Marín saludaba a todos lo que se acercaban; podríamos decir que se fue como llegó: saludando, pero a eso llegaremos después cuando hablemos de cómo su revalorada figura, tras la histórica derrota de su partido el pasado 1 de julio, lo hecho parecerse sus “enemigos”. Sí, a esos que aprobaron el presupuesto…

Por ahora, vayamos a los más de 40 minutos que duró su discurso, cuando el desayuno empezó a caer en el tobogán de la crítica, de la “merienda de negros”…

Ramírez Marín empezó por decir que, en las elecciones de este año, “el PRI perdió como nunca”, porque nunca en la historia había tenido tan pocos representantes populares, porque en los estados la votación “fue contra el PRI”, pero que Yucatán -y aquí se asomó el fantasma de la “hermana República de Yucatán” del cerverismo- fue la excepción.

Con los números de los triunfos, comparados con los de otros estados, reforzó sus dichos… 59 alcaldías, la mitad del Congreso (si se suman sus “aliados”)… “La situación es diferente y mejor que en otros estados”, aunque “perdimos la gubernatura”.

Se hizo una pregunta: ¿Que debería pasar? Luego, se respondió:

“Si queremos nosotros y los demás recuperar el sistema político tenemos que trabajar juntos, pero ¿qué queremos recuperar nosotros del sistema político, si el sistema político es el que nos tiene así?”

Se refería al actual régimen del presidente Andrés Manuel López Obrador, cuyo triunfo explicó con una metáfora:

“Hágase cuenta que era la tierra: estuvo abonándose y fertilizándose para que pudiera brotar un fruto como él, pero todo el abono y todo lo que se fertilizó lo puso el sistema político. Por cierto, ya saben ustedes con qué se fertiliza y aquí (en Yucatán) es lo mismo”.

Con presidente de un partido, un gobernador de otro, el único camino es “trabajar juntos”, porque si no la consecuencia no serán perder las elecciones sino los valores en los que han crecido nuestras familias. Sin embargo, advirtió: eso no significa renunciar a lo que tienen que decir… y se fue como hilo de media.

Del Gobierno del Estado, criticó la austeridad porque esto ha significado sacar a personas con experiencia para “meter a un recién egresado de una escuela de tus amigos (…) Sí, austeridad es eliminar cosas que no necesitamos, pero necesita saber cuáles son las cosas que necesitamos”.

Al presidente Andrés Manuel López Obrador también le tocó.

“Si la Federación no nos va a tratar como nos merecemos es hora de preguntarnos si nosotros queremos a la Federación (…) es hora de pensar con rebeldía (…) sin tomar en cuenta a la Federación (…) Este es el inicio de un lucha”.

Entre otras, la molestia del senador era (es) que, por ejemplo, en la frontera norte se bajaron las tasas de impuestos, pero en Yucatán, con un zona económica especial, no le tocó nada. También se anunció la misma medida para Oaxaca.

Cuando por fin AMLO “cortaba una flor” (¿de nochebuena?) del Senador, por los programas de apoyo a ancianos o jóvenes, llegó Sauri Riancho para interrumpir el halago. Ramírez Marín pidió un aplauso “doble” para esa “heroína” que ni siquiera “había llegado a su casa”.

Convocó a los priistas a retomar la reunión que también se hacía cada año -convocada por Sauri Riancho- cada mes de enero:

“Puede ser un buen motivo (…) citémonos, conspirermos por Yucatán (…) Ya hay más enemigos afuera”, decía el senador, ya en el ocaso de su discurso, precisamente en el momento en que uno de los colaboradores repartía unos calendarios a manera de obsequio.

No, la imagen no era de su revalorizada -y cada vez más delgada- figura política, ni siquiera traía el logo de su partido, el mismo al que acababa de criticar por “haber abonado” al sistema político que hoy los tenía -aunque no lo dijo así- de rodillas, sino de alguien a quien quizás -ya que están hincados- tendrían que encomendarse: la Virgen de Guadalupe…