Chichén Itzá, Yucatán.- La zona arqueológica de Chichén Itzá entró a nueva etapa de exploración, ahora en el subsuelo de su gran plaza.

Desde este espacio de reunión se pueden contemplar los principales edificios de la antigua ciudad: El Castillo, el Juego de Pelota y el Templo de los Guerreros, entre otros.

En tiempos prehispánicos, esta explanada, uno de los espacios más icónicos del sitio, fue el eje de la vida ritual y política de la urbe maya.

El Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), en colaboración con la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), trabajarán durante una semana en la prospección de los aproximadamente nueve mil metros cuadrados que conforman el área.

Los coordinadores del proyecto, adscritos a la Dirección de Estudios Arqueológicos del INAH y al Posgrado de Arqueología de la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH), son Denisse Argote Espino y Pedro López García, respectivamente.

La intervención, del 10 al 17 de mayo, empleará dos equipos GPR o radar de penetración terrestre (por su traducción del inglés) para revisar desde nivel de superficie y de manera no intrusiva.

Según los expertos, la investigación optimizará probabilidades para el registro de elementos de interés arqueológico que pueden incluir etapas constructivas, o bien, muros de piedra, entierros humanos, cavidades, drenajes antiguos, caminos e incluso cauces de agua.

Entre 2014 y 2015, la colaboración entre el INAH y la UNAM permitió estudios de tomografía de resistividad eléctrica en El Castillo, cuyos resultados probaron la existencia de una segunda subestructura y de un cenote ubicado debajo del monumento.

Ahora, las labores en alrededores de la también conocida como Pirámide de Kukulcán podrían brindar mayores datos.

“Un flujo de agua tiene una conductividad mucho mayor que una estructura, que rocas consolidadas o el propio karst del suelo peninsular, por lo cual será claro si estamos frente a un flujo hídrico”, resumieron.

PROCEDIMIENTO

Para facilitar los trabajos en campo, la extensión se dividió en ocho segmentos de tamaños distintos, el más pequeño de 630 metros cuadrados y el mayor de mil 925 metros cuadrados.

“La capacidad de esta técnica para detectar lo que hay debajo de la superficie a distintas profundidades, la convierte en una herramienta indispensable para la investigación arqueológica, ya que se pueden planear estrategias futuras de excavación a partir de la información recuperada”, expusieron los arqueólogos.

Los equipos GPR envían ondas electromagnéticas desde una o dos antenas, las cuales son remolcadas de manera estable y continua a lo largo de una línea.

Los pulsos electromagnéticos se envían hacia el subsuelo y sus reflexiones son obtenidas de las interfaces entre los estratos y objetos de propiedades eléctricas y magnéticas contrastantes, cuya profundidad puede ser estimada a partir del tiempo que tarda en regresar la onda y de la velocidad a la que esta viaja por el medio.

Los dos equipos GPR, facilitados por Gerardo Cifuentes Nava, del Instituto de Geofísica de la UNAM, cuentan con antenas de 270 megahercios con alcance de hasta seis metros de profundidad.

En la época prehispánica, la gran plaza de Chichén Itzá sumó al menos 500 años de uso continuo, entre los periodos Clásico Tardío y el Posclásico Temprano (entre 650 y 1150 d.C.), refirió el INAH.

(Con información de comunicado)