Mérida, Yucatán.- Pese al urgente llamado a detener la depredación de las ballenas francas, de las cuales quedan unos 330 ejemplares en el Atlántico, cetáceos que han sido vistos en el Caribe mexicano, el Comité para la Cooperación Ambiental (CCA) determinó votar, pero hasta dentro de tres meses, para investigar al respecto.

Edith Martínez, vocera de la organización Oceana, informó que en la reciente sesión del CCA, los integrantes del consejo conformado por México, Estados Unidos y Canadá conocieron del problema y acordaron atender por votación a más tardar el 15 de octubre el tema de sobrevivencia de esos cetáceos.

La CCA es una organización internacional creada por los citados tres países como parte del Acuerdo de Cooperación Ambiental de América del Norte (ACAAN), que a su vez complementa al Tratado de Estados Unidos, México y Canadá (T-MEC).

Gin Brogan, director de campaña de Oceana, expuso a los representantes del CCA la precariedad de la situación de las ballenas francas, toda vez que están al borde de la extinción por la inacción del gobierno de Estados Unidos.

Estos mamíferos marinos enfrentan en su ruta migratoria por la costa Este de Norteamérica continuos choques mortales con embarcaciones y enredos con artes de pesca, en las que quedan atrapados, lo que ha provocado un descenso de su población, dijo el activista.

“El gobierno de Estados Unidos no puede exigir que México y Canadá respeten sus leyes ambientales bajo el acuerdo comercial, si al mismo tiempo no cumple con sus propias leyes para proteger a las ballenas francas que están en peligro crítica de extinción”, declaró.

En Yucatán el tema suscita interés luego de que el 28 de febrero de 2015 una ballena de 15 metros de largo y ocho toneladas de peso recaló en aguas de Puerto Progreso, por lo que fue trasladada al playón donde fue enterrada.

Dos años después, expertos rescataron el cráneo y esqueleto del cetáceo, el cual se exhibe de manera permanente en el malecón de ese municipio.

Gin Brogan alertó que los mismos riesgos y daños afectan a la ballena gris que parte de los mares de Alaska y en migración atraviesa el oeste de Norteamérica hasta llegar a las lagunas de Vizcaíno, Guerrero Negro y Ojo de Liebre, Baja California Sur, donde se reproduce y permanece hasta retornar a sus lugares de origen.

En entrevista, mencionó que dichos mamíferos marinos también enfrentan colisiones con embarcaciones y quedan atrapadas en redes de pesca, lo que provocan serias lesiones.

Explicó que en litorales de EU y Canadá, en el Atlántico Norte, alrededor del 85 por ciento de las ballenas se han enredado al menos una vez, en bocas, aletas, colas y cuerpos, lo que las ralentiza, hiere o lastima, dificulta que naden y se alimenten.

Las líneas de pesca son tan resistentes que cortan la carne de esos animales y les secciona partes.

Esos casos tienen solución, afirmó el experto, ya que al reducir la velocidad de los barcos a 10 nudos en áreas de paso de las ballenas, el riesgo de muerte y lesiones graves se reduce hasta un 90 por ciento.

La Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA por sus siglas en inglés) puede actualizar la regulación relativa a la velocidad de las embarcaciones, en tanto que las autoridades de pesca pueden prohibir el uso de redes y otras artes en los sitios donde se observen dichos cetáceos.

(LectorMx)