Mérida, Yucatán.- Una marea de voces acompañada de más de 70 músicos, hizo sucumbir al público en una orgía musical de ritmos contrastantes y avasalladores propios de la cantata escénica Carmina Burana del compositor Carl Orff, presentada por la Orquesta Sinfónica de Yucatán (OSY).
Anoche la máxima agrupación musical del estado cerró con broche de oro su XXX Temporada de Conciertos 2018 en medio de tributos y aclamaciones de pie del público extasiado, embriagado de música, ritmos y sensaciones dionisiacas propias del contenido de la obra sinfónica coral.
La obra que ya tiene el sello de la inmortalidad desde su estreno en Frankfurt, Alemania, en 1937, está basada en 22 poesías líricas escritas en latín familiar, algunas en alemán y otra en latín entreverado de provenzal, la mayoría anónimas, encontradas en el siglo XIX en el monasterio de Benediktbeuern de Baviera, Alemania.
El ciclo de poemas originarios del siglo XII constituye una típica colección de gozosos cantos de los goliardos medievales, frailes retirados de algunas abadías benedictinas, compuesto en cinco partes: el triunfo de la fortuna, una escena de la primavera, unas danzas en el prado, una escena en la taberna y una conclusiva corte de amor.
El compositor Carl Orff tuvo conocimiento de esos versos e, inspirado quizás en las rítmicas violentas e innovadoras de La Consagración de la Primavera de Igor Strawinsky, construyó la arquitectura musical de dimensiones épicas de Carmina Burana.
Durante cuatro días, del 13 al 16 de diciembre, los cantantes, músicos y solistas dirigidos por Juan Carlos Lomónaco interpretaron con teatro lleno –salvo algunas butacas vacías porque los adquirentes de los boletos no llegaron– la cantata escénica y en todos los casos hubo reacciones apoteósicas y ovaciones.
La directora del Taller de Ópera, María Eugenia Guerrero, y los solistas de la obra, la soprano Anabel de la Mora, el tenor Miguel Ángel Mena y el barítono Enrique Ángeles dejaron su impronta en esta obra monumental, una de las favoritas del público desde su estreno hace 81 años.
El gigantesco coro prendió las llamaradas de la música con el fragmento más conocido, O Fortuna, la primera parte del preludio y que se repite al final de la composición. En la cantata intervinieron en las partes solistas los cantantes, quienes alternaron con el coro y las secuencias rítmicas ricas en el uso de las percusiones.
Durante más de una hora el público estuvo atónito, incrédulo ante ese caudal de voces y ritmos que parecían bullir de una bacanal medieval, espacio en que fueron inspirados los cantos de Carmina Burana.
El barítono puso el acento con su voz potente, que inundó el teatro de frases en latín y alemán, las que nadie entendió pero sí comprendió la intención, la fuerza y la síntesis de las emociones humanas.
Con la soprano Anabel de la Mora la obra alcanzó alturas sublimes: dueña de una prístina y angelical voz elevó el alma de los presentes y dio el contraste, la mariposa que se posa en el alma, la quietud de la música que se enternece como una flor que cae en el agua.
El tenor yucateco Miguel Ángel Mena, pese al corto papel, soltó en unos agudos extremos su bien templada voz. No hubo más, el compositor dio poco espacio a este tipo de solista en su monumental obra.
El coro que dirige María Eugenia Guerrero alcanzó la cúspide de la interpretación de la cantata escénica. Mil veces interpretada, Carmina Burana renace en cada concierto y se vuelve fuego envolvente de las pasiones humanas.
Con este concierto, la OSY cerró su ciclo de presentaciones 2018 y prepara la edición 2019 con severos recortes en su presupuesto.
(Jesús Mejía)