“Desayuna como un rey, almuerza como un príncipe y cena como un mendigo”. Este refrán popular le otorga a la primera comida del día un valor supremo, y también existen estudios científicos que asocian la influencia de que un buen desayuno puede tener como factor predictor de la obesidad, la salud cardiaca y el desempeño académico.

Sin embargo, como reconocen expertos en nutrición, muchas de las asociaciones establecidas en esas investigaciones –como en el caso del desayuno y la pérdida de peso– no implican causalidad, y también hay estudios que llegan a distintas conclusiones sobre una misma cuestión.

En este sentido, se expresó hace algunas semanas el pediatra Aaron Carroll en su artículo ‘Sorry, there’s nothing magical about breakfast’ (‘Lo siento, no hay nada mágico sobre el desayuno’) publicado en ‘The New York Times’. En la nota, menciona: “Al igual que con muchos otros consejos nutricionales, nuestra creencia en el poder del desayuno se basa en investigaciones malinterpretadas y estudios sesgados, porque una buena parte de ellos ha sido financiado por la industria alimenticia”.

¿La más importante?

“Intuitivamente, no parece que comer por la mañana después de dormir tenga mejores efectos que esa misma comida practicada en otro momento, ni existe literatura científica seria que lo respalde –dice Julio Montero, médico especializado en nutrición y docente de la Pontificia Universidad Católica Argentina–. La comida debería ingerirse en respuesta al hambre. Comer sin hambre no es una buena práctica: fomenta la formación de grasa, expone a excesos alimentarios, a comestibles de mala calidad nutricional e interrumpe el periodo de ayuno. Este activa mecanismos que optimizan el efecto de lo comido y el uso de las reservas del organismo. Esto que se llama flexibilidad metabólica es altamente deseable y que precozmente pierden los que comen con frecuencia. La hora de la comida es la del hambre, no la que marca el reloj, salvo que haya indicaciones médicas”.

Pero las aguas están divididas, y tanto los doctores Alberto Cormillot, coordinador del Programa de Alimentación Saludable del Ministerio de Salud argentino, y Mónica Katz, autora del libro ‘Más que un cuerpo’ (Aguilar), consideran el desayuno como una comida clave. “En principio, pasaste al menos ocho horas sin comer y el cerebro necesita combustible para tareas cognitivas, de coordinación. En lo posible, debe consumirse antes de las 11 –dice Katz–. Por ejemplo, los primeros síntomas de falta de glucosa en cerebro son: malhumor, irritabilidad y cefalea”.

 

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