Si las paredes hablaran…

Cada uno de los edificios de Yucatán, de Mérida y especialmente del Centro Histórico tienen mucho que contar para preservar nuestra memoria. Son testigos silenciosos de los sucesos que marcaron el rumbo de lo que hoy somos como estado e impulsores de lo que podemos llegar a ser como sociedad e influir en el resto del mundo.

Un ejemplo es el Ateneo Peninsular, hoy Museo de Arte Contemporáneo de Mérida (MACAY). Ubicado junto a la Catedral de Mérida, en la calle 60 entre 61 y 63, su ubicación y temprano protagonismo en hechos decisivos de la Península, lo convierten en uno de los tesoros patrimoniales más valorados de Yucatán y el mundo.

Tal es su importancia que la tarde de ayer se realizó la conferencia “La secularización del edificio del Arzobispado de Yucatán: la creación del Ateneo Peninsular” en el marco del Día Internacional de los Museos- celebrado la semana pasada- y para conmemorar el centenario de la creación del Ateneo Peninsular.

La charla fue impartida por el abogado José Arturo Chab Cárdenas y arquitecta Martha Angélica Pacheco León, perito del INAH, quienes invitaron a los asistentes a realizar un recorrido por los episodios que se sucedieron a la par del edificio, como su primera edificación como Palacio Episcopal de Yucatán.

El inmueble comenzó a levantarse desde durante la regencia eclesiástica de Fray Diego Landa (1573-1579) y se concluyó durante la de Fray Gonzalo de Salazar (1608-1663). De acuerdo con algunas primeras referencias de 1573, contaba con habitaciones, oficinas, personal, cocina y comedor. Su uso como residencia oficial de los obispos se mantuvo durante 343 años.

De acuerdo con Chab Cárdenas, hay referencias que al concluir la misa en la Catedral de Mérida, se permitía a las personas de bajos recursos recoger frutas en los huertos del lugar para poder conseguir alimentos.

Aunque podría pensarse en alguna modificación importante con la implementación de las Leyes de Reforma, en Yucatán no hubo repercusiones importantes en su uso ya que a pesar de que oficialmente el Estado era su propietario continuó siendo residencia obispal. Durante el período episcopal de Martín Tritschler y Córdova (1900-1941) fue creado como sede del Arzobispado, pero la situación tuvo un revés con la llegada de Salvador Alvarado en 1915.

El Primer Jefe del Estado Constitucionalista y los ideales de la Revolución cambiaron la dirección del Palacio Episcopal, ya que fue elegido como cuartel para sus tropas y para la creación de la Escuela de Agricultura. Ese mismo año, el 5 de junio, el gobierno de Alvarado incautó el edificio y encargó al arquitecto Manuel Amábilis Domínguez su remodelación para la creación del Ateneo Peninsular. Para 1920, el otrora Palacio Episcopal ya se había transformado con un estilo arquitectónico característico.

Con el transcurso de los años ha sido residencia de oficinas federales, estatales y comercios- que aún permanecen en la planta baja – pasando mucho tiempo en el abandono hasta que en 1994 se instaló el Museo de Arte Contemporáneo.

Los conferencistas agradecieron la presencia de los invitados, deseando que al compartir parte de la historia del Ateneo se cree consciencia para la preservación de nuestro patrimonio.