Ciudad de México.- La zona arqueológica de Chichén Itzá sigue maravillando al mundo con sus enigmáticas construcciones.
El hallazgo de una segunda subestructura al interior de la pirámide de Kukulkán, abre la posibilidad de profundizar en los estudios sobre el periodo en el que vivieron los llamados “mayas puros”.
Un grupo multidisciplinario de especialistas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) confirmó el descubrimiento de una estructura de más 10 metros de altura.
“Nos estaría hablando de un asentamiento muy original, por decirlo así, de mayas puros”, explicó Denisse Lorenia Argote Espino, del INAH.
Se trata de un primer núcleo de construcción, datado entre los años 550 y 800 d.C. (la etapa más temprana y menos conocida de ese centro prehispánico), sobre el cual se levantó otro, hasta llegar al tercero y actual edificio de El Castillo.
La segunda fase del proyecto denominado Estudio de Tomografía de Resistividad Eléctrica 3D, a cargo de científicos de la UNAM, incluyó tecnología innovadora aplicada por vez primera este tipo de investigaciones.
Los exámenes geofísicos revalidaron también la presencia de un cuerpo de agua bajo el templo, que fue dado a conocer en agosto de 2015.
El modelo utilizó herramientas comerciales y no invasivas de exploración geofísica somera, para colocar detectores eléctricos alrededor de la pirámide y transmitir corriente en aras de “iluminar” el interior del templo y obtener datos como la diferencia de potencial y la resistividad del subsuelo.
La arqueóloga Denisse Argote ponderó que por medio de la nueva información podrá conocerse más de la primera etapa monumental de Chichén Itzá.
Aquella cuando los “mayas puros”, es decir, sin contacto aún con civilizaciones extranjeras del actual centro de México –prosiguió–, iniciaron la edificación de templos y edificios con alturas mayores a los cinco o diez metros de altura.
Al igual que otros sitios arqueológicos prehispánicos, la pirámide original y otras construcciones de la urbe, fueron cubiertas durante una segunda etapa habitacional, entre los años 800 y 1,000 d.C., y nuevamente por la tercera y actualmente visible etapa, desarrollada entre los años 1,050 y 1,300 d.C.
“Estas fases constructivas se deben a múltiples factores, desde la renovación en los grupos de poder hasta el deterioro natural de los edificios, sin embargo, los constructores se limitaban a rellenar y cubrir los templos antiguos ya que, justamente, se trataba de lugares sagrados que no podían destruirse pues eran necesarios para mantener el contacto con sus mundos espirituales”.
Participaron en la conferencia de prensa, René Chávez Segura, Gerardo Cifuentes Nava y Esteban Hernández Quintero, del Instituto de Geofísica (IGf), junto con Andrés Tejero Andrade, de la Facultad de Ingeniería (FI) de dicha casa de estudios.
(Con información de INAH)