Mérida, Yucatán. – La Guerra de Castas no ha terminado, ya que está vigente su propósito fundamental que es el de obtener la libertad, el ideal de un pueblo maya que no es el mismo de hace centurias, aseveró el investigador y doctor en Historia, Pedro Bracamontes y Sosa.

Durante su participación en la mesa panel “De la guerra de castas y el clasismo porfiriano a los mayas contemporáneos”, el reconocido académico subrayó que los mayas actuales no solamente se sienten pobres en términos económicos, sino que se sienten denigrados

“Los mayas guardan en la memoria rituales colectivos e individuales, un pensamiento cíclico y las ansias de seguir siendo el pueblo que han sido a lo largo de los siglos”, puntualizó el historiador en su intervención en este encuentro organizado por el Museo Palacio Cantón a propósito del Día Internacional de los Museos.

Remarcó la vigencia de la Guerra de Castas, movimiento social que los mayas del sur y oriente de Yucatán iniciaron en 1847 contra la población de blancos (criollos y mestizos), guerra que costó cerca de un cuarto de millón de vidas humanas y que terminó oficialmente en 1901 con la ocupación de la capital maya de Chan Santa Cruz de las tropas del ejército federal mexicano.

Pedro Bracamontes planteó la vigencia de la Guerra de Castas como resultado de sus experiencias y recorridos en poblaciones mayas de la Península de Yucatán, en particular en la zona mazehual del estado de Quintana Roo, donde conversó, dijo, con diversos pobladores “que tienen una visión muy distinta de la realidad” con respecto de la que tienen sobre los mayas las instituciones.

Recordó el caso de Don Aniceto May de 95 años de edad, que vivía en una modesta choza instalada en un solar con piso de tierra, dedicado a producir hatos de lazo, que se sorprendió mucho cuando se le interrogó si era pobre. “¿Y a usted quien le dijo que soy pobre”? Vivimos según nuestras reglas y van a venir los que luchan por nuestra libertad”, comentó en la citada conversación.

Los indios, conforme a la visión colonial, son seres “incompletos” porque tienen alma, pero no conocen el evangelio; son una minoría y son vasallos del reino de Castilla, planteó el académico del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS Peninsular).

Bracamontes expuso que esa visión no ha variado mucho, ya que los indígenas mayas actuales son “esclavos voluntarios” que van a la Riviera Maya a trabajar, pero regresan con aretes y pulseras como “cholos”.

Aseveró que los mayas actuales buscan proyectarse como un pueblo, como una nación que quiere ser libre, tener el derecho de vivir de manera diferente. El conferencista mencionó que entre los indígenas mayas hay esperanzas señales de que las cosas van a cambiar.

En su disertación, resaltó algunas incongruencias en las estadísticas oficiales que señalan que el 40 por ciento de la población del estado de Yucatán es mayahablante,  sin embargo el 65 por ciento se siente indígena. Consideró un error señalar a los mayas sujetos de derecho sólo si viven en comunidades como lo marca la Constitución cuando estos habitantes se encuentran distribuidos y forman parte de la población total de un estado o de un país.

Por su parte, la arquitecta Gladys Arana habló sobre la arquitectura porfiriana de principios del siglo 20 en la ciudad de Mérida, la cual, dijo, se caracterizó por clasista y discriminatoria y un ejemplo de ello, señaló al Palacio Cantón que actualmente alberga el Museo Regional del INAH.

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(Jesús Mejía)