Por Jesús Mejía

Sotuta, Yucatán.- Además de las carencias propias de la pobreza, las mujeres de las comunidades del centro-sur yucateco, como ocurre en otras partes del país, aspiran el humo de los fogones abiertos, razón por lo que el cáncer en pulmones cobra la vida de cuatro mil personas al año.

Son ellas las que, por imposición social y cultural, se encargan de la cocina, utilizan todos los días los leños o el carbón para preparar los alimentos, al tiempo que aspiran con los ojos llorosos el humo que, de manera silenciosa, entre tosido y tosido minan su salud.

Esta es la realidad de Zavala,  una de las localidades del municipio de Sotuta, ubicada en el mapa de la pobreza con apenas 506 habitantes en cien familias, que dependían de los fogones abiertos con leña para preparar sus alimentos porque el precio del gas está lejos de su alcance y su distribución es inexistente.

Como resultado de una iniciativa social, la comunidad por fin logró – sin promesas de campaña ni dádivas gubernamentales- un cambio real en su cotidianeidad, con la esperanza de mejorar su salud y calidad de vida, lo que es importante ya que carecen de clínica o médico.

IMG-20170621-WA0025Representantes de la organización Infrarural, unos 50 jóvenes de diversos países del mundo, integrantes de la  Cumbre Internacional de Energía para Estudiantes 2017 y la firma Heineken acudieron el pasado fin de semana a esta población para explicar a las familias la importancia de cambiar los fogones por estufas de piedra con chimeneas.

La idea “prendió” en la localidad, ya que Infrarural ofreció la información, la tecnología y la capacitación; la empresa, arena y cemento, y los jóvenes, algunos chilenos, africanos y norteamericanos, su fuerza y voluntad para ayudar a la construcción de las estufas.

“Y manos la obra. Las familias beneficiarias sólo contribuyeron con la piedra y la tierra de la propia región para armar la estructura”, explicaron ante una de las estufas ya terminadas Emilia Ruvalcaba de la Garza, de Infrarural, y Ana Silvia Molina, del área de Sustentabilidad de Heineken, en su vertiente de empresa socialmente responsable.

En una labor comunitaria ejemplar, en sólo tres días los jóvenes, bajo la guía de representantes de Infrarural, construyeron unas 50 estufas de piedra para igual número de familias, una movilización colectiva de gran beneficio social sin precedentes para este tipo de actividades en el estado.

Las nuevas estufas disminuyen en un 95 por ciento los riesgos a la salud, implican un ahorro del 75 por ciento de leña y mitiga la emisión de contaminantes, explicó la representante de Infrarural, organización social que ha llevado esta tecnología a comunidades pobres de San Luis Potosí, Oaxaca y Guerrero.

Informó que en tres años de actividades unos 560 voluntarios han beneficiado a  más de cuatro mil 800 personas de 691 viviendas rurales, lo que ha permitido desplazar cuatro mil 900 toneladas de bióxido de carbono, reducción de contaminantes que ha implicado salvar más de 22 mil árboles.

IMG-20170621-WA0020La señora Beatriz Martínez Jiménez, una de las residentes beneficiadas, muestra orgullosa su nueva estufa con tres calentadores, una de las cuales funciona con fuego directo de unos cuantos leños y los otros dos con el humo caliente, mismo que se eleva por la chimenea.

Mencionó que las estufas ecológicas de la Secretaría de Desarrollo Social son rectangulares, más pequeñas, frágiles, utilizan más leña y no se adaptan a las necesidades.

Su cocina está ubicada en traspatio.  En el terreno delimitado con albarradas, se encuentran tres cuartos, pero sólo uno de ellos está pavimentado, los demás están sobre el terreno pedregoso, donde merodean los niños descalzos, así como gallinas, perros y gatos.

Al igual que otras familias, la de doña Beatriz vio positiva esta labor y por eso permitió la entrada de materiales y jóvenes voluntarios, quienes en unas cuantas horas construyeron su nueva herramienta de cocina. Lo mismo ocurrió en la casa contigua de Don Pedro y otras casas en las que resaltan en lo alto sus chimeneas de lámina.

Ana Silvia Molina explicó que la comunidad de Zavala fue elegida tras un análisis de localidades de Peto, Tahdziú, Tizimín  y Mérida.

Nueve de cada diez son indígenas y seis de cada diez son mayahablantes, dos de cada diez son analfabetas, el promedio de hijos por familia es de tres y, aunque cuentan en su mayoría con agua entubada y electricidad, carecen de clínica o médico para atención de urgencias.

IMG_20170620_155256785