Mérida, Yucatán.-El Cementerio General de Mérida destaca por su bagaje de historia y cultura, pero también por el deterioro, el olvido y la indiferencia en que se encuentra gran parte de sus 25 mil criptas y osarios y 73 mausoleos.

Señalado como uno de los panteones más antiguos del país, si bien el camposanto recibirá en los días de Fieles Difuntos a centenares de personas que dan limpieza y mantenimiento a las tumbas y honran a sus muertos, la mayoría de las lápidas permanecerán con las cicatrices de los estragos del tiempo y del abandono de las familias propietarias.

Pese a haber sido declarado, en 2013, Patrimonio Cultural Municipal, las iniciativas institucionales de rescatar y restaurar los mausoleos y los trabajos de limpieza y mantenimiento han sido insuficientes para contener el deterioro del panteón de 150 mil metros cuadrados, equivalentes a unas 14 canchas de fútbol soccer..

En el cementerio general, que a principios del siglo XIX eran terrenos de la hacienda ganadera de San Antonio X-Coholté y de la vera del Camino Real a San Francisco de Campeche, están los olvidados, pero no del desarrollo y la justicia, sino de quienes dijeron ser sus seres queridos: los hijos, los padres, los parientes cercanos.

El refrán popular “El muerto al hoyo y el vivo al bollo” se materializa en este camposanto, en el sur de la ciudad, en cuya entrada, antes de transitar por la llamada avenida de los Sindicatos, es posible encontrar lápidas resquebrajadas, pedestales sin esculturas y floreros convertidos en criaderos de mosquitos.

Basta caminar unos metros a la derecha para cerciorarse que tumbas como las de Ignacio Sánchez Barrera, fechada en 1984; María Dolores Aranda, de 1948; y Antonia Peña y Julián Bobadilla -cuya la lápida reza “Con el amor de sus hijos”- se encuentran en ruinas más por la indolencia y el abandono que por el tiempo.

Por doquier, en este cementerio se repite la escena de cristos rotos, ángeles de rostros desfigurados y criptas fracturadas y erosionadas que reflejan no sólo el paso de los años sino la indiferencia de las generaciones que sucedieron a los hoy muertos.

Muchas de las tumbas que se encuentran en el panteón general pasarán desapercibidas los días 31 de octubre, 1 y 2 de noviembre dedicados a los Fieles Difuntos porque ni los hijos ni los nietos se han ocupado de darles mantenimiento o, cuando menos, limpiar los sepulcros.

Las lápidas de Isauro Ortiz, fallecido el 7 de marzo de 1948, así como la de Carmela Pérez, con fecha de 1951, se encuentran rotas, con los nichos caídos, los cristales rotos y la cruz despedazada en el suelo, signo de estos tiempos en que la memoria de los ancestros carece de significado.

Otras criptas, como las de Carmen González, Adriana Mena y María Esperanza Valdez, todas de la Sección H del camposanto, ostentan ángeles desfigurados, cruces despedazadas e incluso, como el colmo del olvido, un árbol que se enraizado en una fosa mortuoria y que ha destruido toda la tumba.

“Aunque sea de jade se quiebra/ Aunque sea de oro se rompe/ Aunque sea plumaje de quetzal se desgarra/ No para siempre en la tierra: Sólo un poco aquí”, son versos del tlatoani Nezahualcóyotl que cobran sentido en el cementerio, donde muchas criptas han desaparecido entre el follaje de la hierba y las hojas y raíces marchitas.

La avenida de los más de 70 mausoleos, parte de un paseo nocturno de interés turístico y cultural que se cerró por la pandemia, también enfrenta los estragos del tiempo.

El mausoleo de la familia Medina, de los más atractivos para los visitantes, ya muestra signos de deterioro: el techo se encuentra poblado de yerba, con cuarteaduras propias de la humedad y del paso del tiempo.

En la parte trasera del edificio se encuentra la escultura del artista Almo Strenta de 1906, de una mujer condolida por la muerte de un ser querido, copia de una tumba de mármol que se encuentra en Génova, Italia.

El Mausoleo de la familia Zavala está totalmente destruido por la creciente de un árbol de ceiba que, con los años y falta de atención al sitio, cimbró la estructura y derrumbó las cornisas de estilo romano.

En otro lote de uso familiar se advierte el apellido Belén entre pedazos de piedras que eran parte de las lápidas y revelan el olvido y el abandono en que se encuentra; la cerca metálica y herraduras están totalmente oxidadas y el predio, cubierto de maleza.

En otros mausoleos se leen apellidos de familias de alcurnia como los Cámara Zavala, Torre Moreno y Castro Pinto, así como de políticos y maestros, pero están en la misma situación que las criptas y tumbas de quienes pertenecieron a familias más modestas: entre la indiferencia y el olvido.

(LectorMx)

Para no olvidarlo...

El Cementerio General fue inaugurado con el entierro del teniente Felipe Trejo, el 3 de noviembre de 1821, tras ser adquirido el terreno siete años antes por el Cabildo de Mérida. 

En el sitio destacan Rotonda de los Hombres Ilustres, en la que se encuentran los restos de Felipe Carrillo Puerto, el primer gobernador socialista de Yucatán, así como la Rotonda de la Sociedad Artística “Ricardo Palmerín”, esculpida por Rómulo Rozo. Por ello, en marzo de 2013 fue declarado como Patrimonio Cultural Municipal.

Ante la saturación del Cementerio General de Mérida, el panteón de Xoclán fue inaugurado en 1981 y, gracias a las disposiciones de ley que eliminaron la propiedad de fosas a perpetuidad y estableció límites a los refrendos, existe oferta para las inhumaciones.