Mérida, Yucatán.-  Por segundo año consecutivo, la ya tradicional quema del muñeco de año viejo más grande del sureste del país, en Acanceh, se canceló debido a la emergencia sanitaria que aún prevalece en el Estado, informó Julián Guerrero Medina, quien desde 2009 realizaba esta práctica.

A diferencia del año pasado, cuando Julián comenzó a trabajar meses antes en la confección del “gigante”, esta vez ni siquiera hizo el intento por terminar lo que había empezado en 2020, y que resultó una suerte de indulto porque la situación no permitía el libre festejo-homenaje. De nueva cuenta, el viejo tendrá que esperar un año más.

El motivo de la cancelación no ha cambiado: evitar que lo que fue concebido para recordar a Irmin Gaspar, el hijo mayor del matrimonio de Julián con Martha Dzul, fallecido en 2009 a causa de complicaciones causadas por el virus de la influenza A-H1N1, enlutara a otras familias 

Sin embargo, en esta ocasión han surgido otras razones de peso: personas conocidas y familiares cercanos han perdido a alguien en esta pandemia, y los Guerrero-Dzul han sufrido la angustia de tener a familiares hospitalizados, a causa de la covid-19.

Además, este año, hay otra razón para no “reventar” el muñeco de Año Viejo -de más de 6 metros de altura- : están nuevamente de luto por la muerte de la madre de Martha, abuelita de Irmin.

“No hemos tenido pérdidas directas en el grupo familiar, pero sí casos graves e incluso hospitalizados y apenas hace dos semanas sufrimos la pérdida de mi suegra por enfermedades propias de la vejez”, explica Julián, en breve intercambio de mensajes.

Y como el año pasado, esta vez la decisión de cancelarlo tampoco fue fácil, pues recordemos que nació como una promesa póstuma para Irmin, quien siempre le pedía hacer un muñeco de año viejo para quemarlo, una arraigada tradición entre los yucatecos. 

La muerte sorprendió a Irmin en 2009, en aquella otra pandemia y, en medio del dolor, Julián pensó en honrar su memoria y lo hizo en una significativa fecha -el fin de año- y cercana a su cumpleaños del pequeño -el 11 de diciembre-, con algo que siempre deseó.

“Hay emociones encontradas (…) la razón de ser del viejo es porque una pandemia se llevó a mi hijo y esta es una manera de mantener viva su memoria; pero, para nosotros, sería muy malo que, dentro de ese marco, alguien pudiera enfermarse o morir por acudir a ver al viejo (…) por otro lado,  también es doloroso sentir que nos estamos alejando de una promesa y dejando un poco en el olvido al chaparro”, explica.

Así, de nueva cuenta, la familia decidió una vez más seguir el camino de la prudencia para evitarle a los demás el riesgo de un mal incurable: el dolor de perder a un ser querido o aún peor, a un hijo.