Por Bernardo Caamal Itzá
Peto, Yucatán.- La Cruz que honramos es la que nos ubica del territorio donde estamos. Ella es la que preside ese espacio sagrado, llamada ichkool o la milpa.
Los antiguos abuelos nos dicen: esa Cruz es la que nos da la vida. Entonces, obsérvala, es posible encontrarla en ella, no es aquella que vino de Europa.
Esta Cruz nació desde los inicios de la milpa, ya que sus brazos son equidistantes. De inicio, es geoposicional, emerge desde el inframundo desde la perspectiva nuestra.
La Cruz, entonces, representa los orígenes nuestros desde la práctica de la milpa y del cultivo del maíz, tal vez esto no aclare a quienes no alcanzan a entender ese papel de la Cruz en nuestras vidas.
Entonces, si bien los expertos en nuestra cultura dicen que tenemos más de tres mil años como civilización, eso significó que la milpa tuvo un papel preponderante para que eso sucediera.
Sin los granos sagrados del maíz y de los xa’ak o de los íinaj o de esas semillas complementarias que se recomiendan cultivar, tal vez no hubiese tal desarrollo.
Honrar a la “xkilich Cruz”, no es asociarla con el culto europeo, esta sagrada representación nació desde los orígenes de nuestra cultura maya.
Estoy seguro y nos aclara, porque la “xlikiich Cruz” preside nuestras actividades en la práctica de la milpa, y de igual manera en las ceremonias dedicadas a Cháak, jéetslu’um, k’eex.
Nuestro k’alay o historia nos recuerda de ese papel que tuvo la Cruz en los centros ceremoniales de Quintana Roo, y aun los que vivimos en estado vecino de Yucatán no alcanzamos a dimensionar el significado que tiene en nuestras vidas.
Honrar a la Cruz maya nos recuerda entonces nuestros orígenes como pueblo, ya que referenciarlas en las milpas, es clamar de nuevo esa presencia sagrada de quienes se adelantaron.
Pedirle a Cruz que llueva, es decir, a nuestros muertos y que honraron a la Cruz que clamen por nosotros; que las aguas subterráneas, le impregna al movimiento del sayab o del agua inagotable subterránea.
Entonces, el ja’ nos recuerda de ese papel de la Cruz en el movimiento y que se asocia a la vida, y de la reproducción de los alimentos, lo que resalta, honrar a la Cruz milpera, es recordar de esa palabra sagrada que un día nos aconsejó: “No dejen que les pisoteen sus derechos, aquel que se atreva a contaminar nuestras aguas, semillas y de nuestras palabras sagradas, tan solo por sus hechos, atenta con nuestra forma de vivir en estas tierras”.
El ja’, lu’um (tierra), k-náat yetel k-tukul (una forma de analizar y filosofar), de que cada uno de los que viven en estas tierras sagradas, su vida depende de que estos elementos no se contaminen, entonces su cuidado, es de todos, no de uno, sino depende de la colectividad.
Nuestra labor en los últimos 27 años ha sido de continuo aprendizaje en el terreno milpero, escuchar a los abuelos de esos mensajes sagrados; entonces, nació nuestro colectivo integrado por destacados milperos quienes en colectividad analizamos desde nuestra perspectiva nuestra esos mensajes de la vida y que nuestro pueblo lo reconoce como el Xok k’iin.
Ahí está nuestra labor a lo largo de estos 17 años, en donde llevamos ese mensaje de aliento para la práctica de la milpa y del trabajo en colectivo.
Los mensajes de la Cruz nos recuerdan entonces de esa responsabilidad individual y colectivo por honrar a la vida, aquel que no lo haga, entonces, sabrá de sus consecuencias en el futuro.