Mérida, Yucatán.- Con los “brazos” amputados, tirados en el asfalto, aquel viejo árbol de unos 70 años de edad fue llevado en vilo por una grúa hasta la “cama” del vehículo para ser transportado.
Había pasado media jornada laboral (4 horas) desde que una decena de hombres cavó en sus faldas, para dejar sus raíces, sus “venas”, expuestas y poder “arrancarlo” del suelo que lo vio “envejecer”.
El viejo árbol de ramón era uno de los 5 sobrevivientes del costado poniente del nuevo Centro Internacional de Congresos, que se construye entre las avenidas Colón y Cuples, sobre la calle 62.
El no estaba en la lista de árboles que originalmente iban a quitarse del lugar -y reubicarse en un terreno, al norte de Mérida-, pero el proyecto contempló el “paso” de una rampa para discapacitados y el árbol tuvo que removerse.
Desde temprana hora, este miércoles 20 de diciembre, los trabajadores de una empresa que se encarga de rescatar árboles, comenzó a cavar la fosa alrededor del grueso tronco del árbol. Pasadas la 9:00 horas, apoyados con una grúa, intentaron arrancar de raíz el ramón.
Para esto, al árbol ya se le había “podado”, y la mayoría de sus ramas yacían sobre en un futuro será la banqueta poniente del Centro de Congreso; también una parte del tronco que prácticamente había crecido como una apéndice del más grueso fue cercenado para facilitar la maniobra.
Lee también: ‘Fantasmas’ rodean el Centro de Congresos, en Mérida
Pero desde los primeros intentos por sacarlo, el árbol “enseñó” de qué estaba hecho: parecía que el “anciano” no quería dejar el lugar donde había vivido. Incluso, los obreros tuvieron que poner “doble” la tela del grillete, es decir, lo que lo sujetaba a la enorme grúa de 12 toneladas de peso.
Por lo menos en tres o cuatro ocasiones, trabajadores tuvieron que subir al árbol ya sea para cortar más ramas o de plano gruesas ramificaciones del tronco, y la grúa tuvo que reacomodarse para jalar desde distintas direcciones, pero nada funcionaba.
Incluso, la máquina para cavar -con un enorme pico en la punta de la pluma- “empujó” el árbol desde el costado norte, mientras en la parte su la grúa lo jalaba, pero el árbol simplemente no cedió.
¿A dónde se llevaron el árbol?
Según el encargado del rescate del árbol, Alfredo Basora, el plan era llevar el viejo ramón, de unas 12 toneladas de peso -aunque ya sin sus pesadas ramas pesaba unas 6-, a un terreno para volver a sembrarlo.
De esta forma, el viejo ramón debía seguir los pasos de los otros 83 árboles que fueron sacados del terreno antes de que se inicia la obra, y de los cuales la mayoría ha sobrevivido y ha vuelto a echar raíz.
Según Alfredo Basora, de los árboles que se rescataron en un principio, hace más de un año, habían muerto 5, y los demás estaban en perfectas condiciones.
Cerca de las 13:30 horas, el tronco del árbol, aunque ya casi sin ramas y unas cuantas hojas por fin quedó firme sobre la cama de la enorme grúa que le fungía como “ambulancia” de traslado. Sin embargo, minutos antes, finalmente había acabado por romper el grillete, y los trabajadores no tuvieron remedio más que “mostrarle el acero”: usaron un cable del metal.
Por cierto, la mudanza del último ramón que debió salvarse, de última hora, en la ya casi terminada obra del Centro de Congresos, era también fue una cuestión de seguridad: durante toda la maniobra estuvo “custodiado” por una patrulla de la policía estatal.
Pero la seguridad no acaba ahí; de hecho, la patrulla escoltó a aquel “anciano” hasta su nuevo hogar,.
Así, “recostado” y asegurado como si fuera en una camilla, herido, pero vivo, el viejo ramón viajó varios kilómetros hasta su nuevo hogar, en carretera a Progreso, donde en tres meses volverá a ver sus “brazos” crecer y quizás tenga vida para verlos tan frondosos como los que hoy quedaron tirados cerca de donde alguna vez tuvo “los pies en la tierra”.