Por María del Mar Boeta
El clima, la necesidad de reforzar la identidad y la tendencia mundial de rescatar las tradiciones indígenas serían algunas razones por las que Yucatán actualmente vive un “boom” del hipil. “Además es muy bonito”, agregó la antropóloga Silvia Terán.
Lo anterior se concluyó entre la investigadora y el público que asistió a la plática “Hipiles de ayer y hoy” que se ofreció ayer en el Gran Museo del Mundo Maya de Mérida, en el marco del Día Internacional de los Poblaciones Indígenas.
“Creo que la creación de la blusa hipil es ideal para las mujeres de hoy. Me gustaría usarlo completo pero por comodidad tengo que usar pantalón”, compartió una de las asistentes, destacando que actualmente es prenda imprescindible en el guardarropa de todos los sectores sociales.
La raíz del hipil es prehispánica, explicó Silvia Terán. “Se denominaba “kub” y al fustán “pik”, como lo seguimos llamando. Antes de la llegada de los españoles el cuello del hipil podría ser cuadrado o redondo. El ancho variaba y se cerraba lateralmente dejando espacio para la salida de los brazos”.
“En las exploraciones del Cenote Sagrado de Chichén Itzá se encontró una variedad de telas con bordados maya chuy cab (“punto de satín”). Actualmente se encuentra una colección en el Palacio Cantón”.
De acuerdo con la Enciclopedia Yucatanense, las mujeres llevaban el torso desnudo y los españoles obligaron el uso de las prendas. “Sin embargo, la iconografía nos indica que sí se usaba ropa. En el interior de sus casas estaban descubiertas y el hipil era usado para fiestas o temporada de frío, ya con la Conquista se forzó a usarlo en todo momento porque se consideraba inmoral tener los senos al descubierto”.
“En la Colonia las mestizas lucían lo que nosotros conocemos como terno, y las mujeres mayas uno más sencillo, prácticamente sin bordado, como una forma de distinguir a las clases sociales”.
Los españoles introdujeron el punto de cruz o xocbil, que convivieron con el xmaknité (flor siempreviva) o xmankbee(perpetuidad), pero no se traducen al español. “Esta es una puntada que probablemente tiene origen prehispánico. La primera persona que me hizo notar es una bordadora danesa, quien me dijo que nunca la había visto en los libros”, dijo Silvia Terán.
“En el siglo XIX se puso de moda pintar los hipiles y el bordado inglés. Hoy día, mujeres de Tadhziu se inspiran en los que se venden en las tiendas para imitar ese bordado”.
“Es decir, la prenda ha seguido la misma moda de los vestidos. No se olviden del minihipil, que surgió durante la misma época de la minifalda. Ha estado presente en el ciclo de vida de las personas y los pueblos”, aseveró la antropóloga.
¿Cómo se regionalizó el bordado del hipil? Dividiendo Yucatán en la zona milpera, ex henequenera y ganadera. “En el primero siempre han predominado el macizo, con colores fuertes y brillantes. Esto caracteriza la zona que siempre se ha caracterizado por preservar las costumbres mayas”.
“En la zona ex henequenera están los más sencillos, de un solo color o los estampados, aunque hay zonas como Tetiz, San José Oriente y Kimbilá que se distinguen por ser bordadores”.
“En la zona ganadera destaca el rejillado, especialmente Maní. En este municipio es donde considero que hay el bordado de máquina más maravilloso. En Tahdziú las mujeres inventaron pintar canevá y luego bordan sin contar los hilos, lo que ha favorecido que los hombres participen en esta actividad”, señaló Silvia Terán.
El hipil también inspira artistas. Desde una reinterpretación del mismo a base de fibra de henequén o los bordados de Elena Martínez Bolio, “tiene mucho por delante y mucho que dar”.