Mérida, Yucatan.- El beat de Alfonso André fue la mano guía. Las cuerdas de Javier Calderón, los graves de Ernick Yoshua y los acordes de Diego Herrera se transformaron en voces experimentadas para dar vida a esas historias que sólo pueden surgir de la pluma de Juan Villoro.
El libro “Tiempo transcurrido” fue el motivo que unió al autor con los músicos para crear un espectáculo único de rock-literatura titulado “Mientras nos dure el veinte”, que la noche de ayer se presentó en el Gran Museo Maya y en el que Villoro fue la voz relatora.
El evento convocó a un público mayormente adulto aunque algunos rostros jóvenes, especialmente de estudiantes de literatura, también respondió al llamado del responsable de “El Testigo”.
Los artistas, cada quién con el particular estilo que los distingue en la escena del rock mexicano, supieron trasladarse a otro plano para inventar un mundo con Villoro y compartirlo con la audiencia, que no podía evitar moverse en su asiento al sentir la música y, quizá, recreaba en su universo personal los relatos que le dictaban.
La elección del 2 de octubre para el estreno en Mérida de “Mientras nos dure el veinte” no fue casualidad porque “Tiempo transcurrido” retrata la evolución de la sociedad de la ciudad de México desde 1968 a 1985 en un lenguaje tan fluido, claro, conocedor y descriptivo sin excesos que no es necesario haber crecido en esas épocas para entenderle las razones y el por qué.
Aunque fue publicada por primera vez hace más de 30 años, la edición no pierde vigencia, sino todo lo contrario, tiene más sentido que nunca al recrear el enfrentamiento de los jóvenes a la sociedad conservadora en la que se desenvolvían y en el que la música tuvo mucho que ver.
Así, el divertido cuento de los Glitter de Lindavista, lleno de referencias a Roxy Music, David Bowie y Lou Reed, fue llevado a la vida gracias a la narración certera y al fondo musical setentero: la Madonna de Guadalupe, la historia de la mujer mexicana que se transformó gracias a los crucifijos de la cantante de “Material Girl” llegó a Yucatán con un sonido ochentero.
Villoro es un rockero declarado y dijo que “los músicos siempre ensayan en casa del que tiene el instrumento más grande”, y en el caso de ellos es el baterista Alfonso André. “La casa de Alfonso está en el Cerro del Aire, un nombre significativo”, agregó en referencia a lo que presentarían.
En el espectáculo hubo invitados especiales, tanto en el escenario como con su legado. Un poema del mexicano Abigael Bohórquez , que Villoro compartió con mucho sentimiento, y “Oda al Aire” de Pablo Neruda, para lo que llamó al músico yucateco Armando Rodríguez.
El escritor compartió que conoció a Rodríguez hace 28 años, en aquel viaje a Yucatán que sirvió para escribir “Palmeras de la brisa rápida”.
Presentándolo como una leyenda del rock yucateco, el artista ingresó tímidamente para dejar que su armónica acompañe “Oda al aire” y conseguir sonoros aplausos del público, que se repitieron en sus siguientes participaciones.
En el momento dedicado a “Palmeras de la brisa rápida” nuevamente dejó ver su amor por Yucatán al mencionar al músico Javier Álvarez y refrendando su amor por el estado, citando que “bien dicen que quien bebe agua de cenote ya no quiere irse”.
La audiencia premió con aplausos cada momento de la casi hora y media del espectáculo. Y se quedó con ganas de más.
(María del Mar Boeta)