Las Vegas.- El boxeo salió bien librado esta noche de la pelea más mediática de la historia al no ser víctima de una “mano negra”, confirmarse como un deporte-espectáculo con el que no se juega y enseñarle a sus miles de millones de fans en el mundo que no es terreno para improvisados y sí para quienes lo toman en serio.

Saúl “Canelo” Álvarez fue el instrumento del que la fistiana se valió para reiterar que si bien la lógica no es dueña de este deporte, las sorpresas solo pueden darse cuando hay un sustento real para que ocurran…y Julio César Chávez Carrasco llegó al ring sin argumento boxístico alguno, si acaso físico.

Así, Álvarez, a medio gas, a lo sumo, le dio una mezcla de paliza y de lección de boxeo a un estoico hijo de Julio César Chávez que al bajarse del ring esta noche luego de haber perdido por decisión unánime le habrá hecho un gran favor a la actividad que lo hizo injustificadamente famoso abandonándola para siempre.

El “Canelo” podrìa decirse, lo trató con compasión al no decidirse a noquearlo, a avasallarlo como se veía podía hacerlo, pensamos no por respeto, sino por humanidad (por no decirlo de otra manera) y le abrió de manera caballerosa, pero amplia, la puerta al retiro.

Fue, la de esta noche, ante 20 mil 510 aficionados, una pelea de un solo lado en la que Chávez, posiblemente quiso, pero nunca jamás supo cómo sacar provecho de sus grandes atributos físicos, que nunca salieron a relucir por su incapacidad intelectual para entender el desafío en el que estaba y por la muchísima mayor capacidad y, especialmente, velocidad de manos del jalisciense.

“Creo que pude haber hecho más, pero no tiré golpes”, dijo Chávez junior al término de la pelea, de manera lamentable, como pretexto, excusa o quien sabe qué. ¿A poco ha usted visto a un goleador argumentar su fracaso por no tirar a gol?.

El alcance, el mayor peso, el poderío de su pegada, todo eso le resultó inútil al sinaloense que, equívocamente, fue a buscar el pleito en terreno corto, donde siempre fue superado por la velocidad del “Canelo”, que se embolsó, según diversas fuentes, algo así como 350 millones de pesos mexicanos por un entrenamiento pagado.

Si bien Ignacio “Nacho” Beristáin estaba en su esquina, tampoco podía salir a pelear por él, como tampoco su padre que desesperado pegaba de gritos tratando de que haga lo que en más de 10 años sobre el ring jamás aprendió a hacer: boxear.

Al término, ya todos sabían el veredicto que fue de 120-108 (ningún round para Chávez), por parte de los tres jueces Adalaide Byrd, Glenn Feldman y Dave Moretti.

El resultado dejó a Chávez con marca de 50-3-1 con 32 kos y al “Canelo” con 49-1-1 con 34 kos y, a diferencia del sinaloense, con un amplio futuro aún en el boxeo.

(peninsuladeportiva.com)