Mérida, Yucatán.- El deportista Carlos Manuel Franco Cantón, quien en nado libre cruzó los 35 kilómetros del Canal de la Mancha, el pasado 26 de septiembre, habló de la falta de apoyos económicos a su proeza, pero también dio un mensaje motivador que provocó lágrimas y el aplauso de pie en el Congreso de Yucatán.

En su intervención luego de recibir un reconocimiento por su hazaña en el mar que une Francia con Gran Bretaña, resaltó su orgullo de ser yucateco: “sí se puede”, y agradeció el honor de hablar en la tribuna del Legislativo.

El nadador de 44 años de edad expuso que le costó más trabajo conseguir ayuda financiera que el intenso entrenamiento de 455 días en los que nadó mil 955 kilómetros de preparación para poder hacer la travesía.

Tras manifestar que en México y en Yucatán hay capacidad y talento para poner en alto el nombre del país, pidió encarecidamente a los diputados lot y a las autoridades apoyen a los deportistas del estado, a hacer realidad sus sueños.

Los deportistas, expresó, “somos guerreros, lo llevamos en la sangre”, “estamos hechos de valor y entrega, de amor y de pasión”.

Y remarcó: “dicen que hay mucha gente ordinaria haciendo cosas extraordinarias, pero no, más bien hay muchas gente extraordinaria haciendo cosas ordinarias”.

Carlos Manuel compartió su experiencia en el Canal de la Mancha, el cual, refirió, ha sido un mil 960 veces atravesado a nado, entre ellos por 33 mexicanos y que él se convirtió en el primer yucateco en lograrlo.

Ante el silencio de los presentes que lo escucharon sin ruido alguno, recordó haber invertido 15 horas, ocho minutos y 45 segundos de nado en aguas frías para llegar a la costa gala.

El viento, narró, era de 16 nudos y cuando alcanza los 18 o 21 nudos, se cancela la oportunidad de cruzar oficialmente el Canal de la Mancha. Aun así, las olas eran de 1.5 a dos metros de altura.

Confesó haber dejado dolor, lágrimas y vómitos durante el trayecto a nado, en el que realizó unas 55 mil 500 brazadas, ya que la marea lo desvió de su curso a tal punto de nadar 59 kilómetros en vez de los 35 que forma la línea recta entre las costas británica y francesa.

También hubo dudas en un momento de la travesía por el dolor, el cansancio, el agua fría, el miedo, con las rémoras al cuerpo como sucede con los tiburones, aunque decidió persistir y atendió los llamados a enderezar el rumbo y continuar con el propósito de alcanzar la otra orilla.

“Cuando llegué a la costa, caminé, me senté en una piedra y me puse a llorar. Lo logramos, dije”, rememoró el nadador.

Llamó a las nuevas generaciones a cultivar la disciplina, la constancia y determinación para salir adelante con sus sueños y propósitos.

(Jesús Mejía)